Cruzamos 100 días de guerra en Ucrania, en medio de la visible amenaza de una conflagración nuclear; 100 días de propaganda de Estados Unidos, seguida por la inmensa mayor parte de los medios de occidente, repitiendo la pueril pretensión de que leamos esa guerra haciendo como si la historia no existiera: todo empezó el 24 de febrero.
EU es el imperio económico y militar más poderoso y más tenazmente sanguinario que ha existido en la historia. Lo sabe todo el género humano. Quienes hemos tenido vidas longevas vimos su fundamento terrorífico crecer como la furia. El 6 de agosto de 1945 el planeta enmudeció con la aciaga noche renegrida que EU provocó en Hiroshima. Y el 9 de agosto provocó otra noche igual en Nagasaki, tras bombardear 67 ciudades japonesas. EU nos dijo así de qué estaba hecha su “Presidencia imperial” (Arthur M. Schlesinger, dixit) y de qué era capaz.
Enfrentando una feroz resistencia, EU bombardeó y roció de napalm Vietnam, durante 10 años. Para combatir el comunismo. Nadie es capaz de exagerar la manía homicida de esa presidencia y su Deep State. La interminable lista de sus incursiones militares por el mundo, matando sin agotarse nunca, ha sido registrada miles de veces, aunque fuere para no olvidarlo. Otra vez en nuestros días los políticos y los militares estadunidenses tunden sus pechos gritando guerra. Llevar al género humano a la orilla del precipicio final, bien lo vale para acumular parné sin fin como oscuro y estúpido propósito.
Mario Draghi, presidente del Consejo de Ministros de Italia, el pasado 20 de mayo presentó a Antonio Guterres (ONU), con el propósito de “lograr un alto el fuego lo antes posible”, un plan de paz de cuatro puntos: un alto el fuego para efectuar las evacuaciones, seguido de la neutralidad ucrania, la autonomía de los territorios en disputa y un acuerdo de paz entre la UE y Rusia que intercambie una retirada rusa por la relajación de las sanciones. Se topó con el vacío: cinco días antes, Joe Biden había firmado un proyecto de ley de 40 mil millones de dólares destinado a garantizar el suministro de armas y apoyo económico para Ucrania, que incluye un presupuesto de 6 mil millones para vehículos blindados y defensa antiaérea. Washington ya se había jactado antes de que, con sus armas, ucranios mataron a un grupo de generales rusos y hundieron su buque insignia en el mar Negro.
Múltiples voces por el mundo creen que la guerra tendrá que terminar, sí o sí, con un acuerdo negociado. En tanto, no existe vía diplomática abierta entre Moscú y Kiev, mucho menos entre Washington y Moscú. Lo que puede leerse en el “mundo libre”, está muy lejos de ningún acuerdo. Encuentro en Jacobin este dato: “Inmediatamente después de las alentadoras conversaciones de Estambul [marzo 29] y ante la perspectiva de una futura reunión Zelensky-Putin, funcionarios ucranios declararon al periódico [ucranio, Ukrayinska Pravda] que [Boris] Johnson ‘apareció en Kiev casi sin previo aviso’, instando a Zelensky a no negociar con Putin. ‘Si están ustedes dispuestos a firmar unos acuerdos de garantía con él, nosotros no’, dijo Johnson, según un colaborador de Zelensky”. De acuerdo con la misma fuente, “el gobierno de Biden ha hablado de infligir una ‘derrota estratégica’ a Putin… ‘Estoy totalmente comprometido como persona a ver a Ucrania hasta el final con una victoria, no básicamente resolviendo en algún tipo de tratado’, dijo recientemente en Davos el senador demócrata Joe Manchin [amigo de décadas de Biden], explicando que una victoria para él es ‘trasladar a Putin de vuelta a Rusia y, con suerte, deshacerse de Putin’”.
En tanto, la subalterna Europa dice por voz de su alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrel, apenas el jueves pasado: “Deberíamos ser más firmes en la batalla de las ideas… Hay que estar presentes con nuestras verdades, tener un plan y contraatacar, porque Rusia, ayudada por China, lo está haciendo de forma muy organizada, como una batalla de verdad”. Dijo que es eso lo que la Unión Europea se proponía hacer, “redoblando nuestro trabajo para contrarrestar la propaganda extranjera y la manipulación informativa de forma profesional”: a mentir se ha dicho.
Goebbels, maestro desquiciado en la práctica de la mentira, escribió: “Proferida una mentira, [Churchill] sigue repitiéndola sin que nada ni nadie se lo pueda impedir, hasta que al final acaba él mismo creyéndola... El esencial secreto del liderazgo inglés no debe buscarse tanto en una inteligencia particularmente afilada sino, mucho más, en una estúpida y bochornosa tozudez. Los ingleses se rigen por el siguiente principio: ‘Cuando mientes, miente en grande y sobre todo persevera en la mentira’. Y así siguen mintiendo, aun a riesgo de volverse ridículos”.
Los neoliberales convirtieron la mentira en “relato”: es su habla, su verdad, su credo: el relato falso es lo normal en la política. Cada día leemos el relato de su guerra en Ucrania.