Hace 40 años se produjo una de las devaluaciones más grandes en la historia moderna de México, al pasar la paridad cambiaria de 22 a 70 pesos por dólar en 1982. José López Portillo nos dijo que “presidente que devalúa, se devalúa” y que defendería al peso “como un perro”, pero ni la rabia con que lo dijo evitó la caída de nuestra moneda.
Los desequilibrios entre ingresos y gastos en los sexenios de Echeverría y de López Portillo llevaron a un excesivo endeudamiento y como “las finanzas se manejaban desde Los Pinos” el Poder Ejecutivo obligó al Banco de México a emitir dinero sin respaldo alguno, lo que ocasionó inflación y fuga de capitales. El resultado fue una catástrofe financiera y un aumento de la pobreza.
Por fortuna, esa experiencia negativa obligó a la sociedad a luchar por la autonomía del Banco de México, para evitar que el presidente en turno creara dinero en forma artificial. Actualmente la emisión monetaria está controlada por una institución independiente, lo que reduce presiones internas para la inflación y la devaluación.
Por el momento tenemos una inflación superior a la esperada, pero en su mayor parte se debe a que lo que compramos en el extranjero nos sale más caro, debido a que han subido los precios internacionales de bienes y servicios y, en particular, de energéticos, alimentos y fertilizantes. Pero como esos factores son externos y los países desarrollados padecen una inflación superior a la de México, no se presentan presiones devaluatorias para compensar el diferencial de precios con nuestros socios comerciales.
Lo anterior no significa que debemos estar tranquilos ante los movimientos cambiarios, pero sí significa que tanto la Secretaría de Hacienda como el Banco de México hacen bien su trabajo en el manejo financiero.
Entre las medidas tomadas por Hacienda destaca el control del gasto público y el incremento de la recaudación fiscal y, por parte del banco central, el aumento de las tasas de interés para evitar la fuga de capitales, ya que comparados los rendimientos financieros en México frente a los de Europa y Estados Unidos a los inversionistas les conviene mantener sus recursos en pesos.
En estas condiciones, apostar contra el peso ha sido una mala inversión a lo largo del sexenio.