Ineludible ingresar en el debate sobre el comportamiento contemporáneo de la economía mundial y sobre sus perspectivas. Cierto, me comentan que poner como ejemplo a la economía estadunidense no es suficiente, pero mucho ayuda ver la evolución material de la todavía primera economía del mundo, entre otras cosas por la abundante información de nuestros vecinos.
Hay esfuerzos por integrar, por ejemplo, la situación de la economía estadunidense con la de la Unión Europea y realizar un análisis conjunto. Lo veremos al retomar el análisis de los economistas críticos que buscan explicar la evolución de la marcha de la vida material con base en sus tendencias de larga duración, insistiría Fernando Braudel, a quien seguimos casi a ciegas en eso.
Este concepto –aseguran y muestran especialistas en Braudel, entre ellos el prestigiado investigador de la UNAM Carlos Aguirre Rojas– supera al de largo plazo. Es algo más, mucho más, que un tiempo largo. Sí, el máximo exponente de la segunda generación de los Annales convoca no sólo a tener un amplio periodo de estudio de las características de la marcha de esa vida material, sino a descubrir en ese “muy amplio periodo” las principales características que describen los esfuerzos sociales para garantizar la subsistencia, sus características estructurales, aclarará en diversos textos.
Braudel no lo hurta, lo hereda, dirían nuestras abuelas, basta leer con cuidado a los clásicos (de la vida material, si se me permite decirlo) para descubrirlo. Me refiero, básicamente, a François Quesnay, Adam Smith, Thomas Robert Malthus, Jean-Baptiste Say, David Ricardo. Y a su herencia crítica –continuidad y ruptura– en Marx. El mismo Ricardo habla de lo que representa –para decir lo menos y sólo citar un ejemplo– no sólo la diferencia entre precios naturales y precios de mercado, sino los efectos de proporcionar diferentes tasas de beneficio en el sistema de precios relativos a los propietarios del stock de capital. Y no sólo se trata –como Adam Smith muestra– de las diferencias entre los beneficios de esferas productivas, las que explotan los recursos naturales y la manufactura o la industria. No sólo. También con las improductivas, estériles y de la renta las llama Quesnay, quien a pesar de criticarlas severamente en sus Reales Máximas cuando debilitan el gasto productivo –el de la explotación de recursos naturales, a su decir único generador de producto neto– no deja de reconocer su necesidad.
Riesgosa necesidad, pero imprescindible, me atrevo a agregar. En este contexto es altamente pertinente la advertencia de Ricardo. No podemos negar las desviaciones que registran los precios de mercado respecto de los precios naturales, muchas veces dependientes de la mayor o menor facilidad para ajustar la producción a los requerimientos sociales. Pues bien, esa desviación genera severos problemas a la marcha de la vida material. Marx lo aclarará con nitidez. Y explicará –también con nitidez– cómo es que esas desviaciones se traducen en continuas y severas crisis y en búsquedas de recuperación. Qué es lo usual? Si estudiamos con detalle el caso de Estados Unidos, con la continua modificación de las condiciones laborales: magnitud de la jornada, intensidad del trabajo, tecnología utilizada, organización de procesos productivos, número de ocupados, nivel salarial, fundamentalmente. Pues bien, en esas tendencias estructurales de larga duración de la economía vecina, descubrimos muchos de estos elementos estructurales ya indicados por los clásicos y su crítica en Marx. Los veremos. De veras.