El nuevo disco de Simone Dinnerstein es un poema. Es bello, grácil, pendula de lo sencillo a lo sublime. Su título, Undersong, es fiel al espíritu poético que mueve a la pianista Simone Dinnerstein: hacedora de proyectos de profundidad poética, preñada de conceptos.
Desde su álbum debut en 2007 con una versión sorprendentemente original de uno de los referentes de toda la literatura pianística, las Variaciones Goldberg, de Bach, el Disquero ha seguido su trayectoria, donde Bach es figura principal.
El compositor estadunidense Richard Danielpour es un buen ejemplo de los escuchas que siguen con devoción a Simone Dinnerstein: al inicio de la pandemia, su médico le advirtió que en caso de contagiarse tendría una posibilidad mínima de salvar la vida. Como parte de su tratamiento para fortalecer su sistema inmune, el compositor Danielpour escuchó una y otra vez los discos de Simone Dinnerstein, en especial los que ha dedicado a Bach.
Danielpour buscó a Dinnerstein para agradecerle los buenos efectos terapéuticos que le rindió la escucha de sus discos y juntos idearon lo que fue el disco anterior al que hoy reseñamos.
Richard Danielpour ideó un ciclo de 15 composiciones para un recital que se transmitió en streaming y para completar el contenido del disco, obsequió a Dinnerstein transcripciones de Bach. El resultado fue el disco An American Mosaic, grabado el año pasado, con las 15 miniaturas que escribió Danielpour con los combatientes contra la pandemia por covid como protagonistas. Destacan algunos de los títulos de esos 15 episodios: padres e hijos; periodistas, poetas y escritores; doctores y enfermeras.
Además de la batalla contra el covid, el compositor Richard Danielpour se ocupó en este ciclo de composiciones de otros temas sociales; elementos malignos como el coronavirus, a quien denomina en uno de sus capítulos “El enemigo invisible”, y otros bichos como Donald Trump, a quien llama “El enemigo visible”, y se refiere a la presidencia de ese personaje como “uno de los periodos más oscuros en nuestra historia americana”.
El disco Un Mosaico americano es una crónica de la historia social reciente en Estados Unidos y es el predecesor del álbum que ahora nos ocupa: Undersong. El título, como en general los de todos los discos de Dinnerstein, es polisémico. Toda la música de este álbum, explica la pianista, consiste en formas musicales que tienen refrain.
Refrain proviene del latín refringere: repetir, y luego del francés antiguo: refraindre. Para mí, el significado profundo de este disco es: refrendar.
Refrendar el amor. Refrendar la poesía. Refrendar la belleza. Refrendar la confianza, la solidaridad, la generosidad. Refrendar es dar. Volver a dar.
En este disco, profundiza Dinnerstein, “Philip Glass, Robert Schumann, François Couperin y Erik Satie revisitan con constancia materiales en sus obras, colocándolos en armonías siempre cambiantes y en diferentes perfiles rítmicos”.
Es el tercer álbum que Simone Dinnerstein graba en pandemia. Lo pensó durante sus diarias caminatas vespertinas en el cementerio Green-Wood de Brooklyn, cercano a su casa. “Me percaté de que construí un sendero que repetía a diario y variaba imperceptiblemente tarde con tarde durante mis paseos”.
Undersong, explaya, “es un término arcaico que define a una canción con estribillo y para mí sugiere un texto escondido. Glass, Schumann, Couperin y Satie siempre parece que intentan encontrar lo que quieren decir, a través de las repeticiones, en sus constantes cambios y recomienzos enfocados en el oído y en la mente”.
Eso, el oído y la mente. Luego de escuchar este disco, se queda prendido, prendado, encendido en nuestro oído interior y en nuestra mente abierta. El contenido de este disco, reta amablemente Simone Dinnerstein, “es una música para perderse”.
En su poema The Undersong, el poeta estadunidense Emerson (Ralph Waldo Emerson: 1803-1882) escribió acerca de lo que esa palabra, undersong, significa para él “y eso me hace reflexionar en cuán restringidos estamos por el tiempo, conscientes apenas de las fuerzas poderosas que nos rodean con sus largos latidos”.
Este es el poema The Undersong, de Emerson:
To the open air it sings sweet the genesis of things, of tendency through endless ages, of star-dust and star-pilgrimages, of rounded worlds, of space and time, of the old flood’s subsiding slime, of chemic matter, force and form, of poles and powers, cold, wet and warm the rushing metamorhosis dissolving all that fixture is, melt things that be to things that seem, and solid nature to a dream.
Un sueño, la dulce génesis de las cosas a través de las eras interminables de polvo de estrellas y peregrinajes, de mundos redondos de tiempo y de espacio, de materia química, fuerza y forma, pértigas de poder, frío, húmedo y tibio en la rápida metamorfosis que disuelve todo lo impermanente, acrisola todo lo aparente en la naturaleza sólida de un sueño.
El disco Undersong comienza con una de esas obras nacidas de un sueño: Les Barricades mistérieuses, de François Couperin, título que nos lleva en automático al libro de Pascal Quignard titulado a su vez Las solidaridades misteriosas. Una melodía de encantamiento que se repite como se repiten los sueños bonitos cada noche.
La siguiente pieza es el célebre Arabesque de Robert Schumann, también dotado de misterio, y le sigue Mad Rush, de Philip Glass. Y como no existen las casualidades, sino las causalidades, ese título está inmerso en los versos de Emerson (the rushing metamorphosis) y esa obra la escribió don Felipe Vidrio para el Dalai Lama, en una de sus visitas a Nueva York, donde vive el compositor budista Philip Glass.
Simone Dinnerstein es amiga cercana de Glass, su vecino en Brooklyn, y para ella escribió su Tercer Concierto para piano y orquesta. De hecho, el disco anterior de Simone Dinnerstein, de hermoso título: A character of quiet (Una cualidad de lo callado) intercala partituras de Philip Glass con obras de Franz Schubert.
Luego de la fascinante obra de Glass, el disco Undersong continúa con una pieza juguetona: Le Tic Toc Choc ou les maillotins (18e Ordre), de las Pieces de clavecina, Livre Troisiéme, un juguetito de Couperin y ese espíritu animado continúa en tono reflexivo en el siguiente track, en lo sublime: la tercera de las seis Gnossienes de Satie, para abrir paso a una obra magna: Kreisleriana, uno de los grandes referentes de toda la literatura pianística en la historia, de Robert Schumann.
El encuentro de la música con la literatura es evidente en toda la discografía de Simone Dinnerstein. La Kreisleriana de Schumann, que ocupa los siguientes 30 minutos del disco Undersong, toma como punto de partida un texto de un gran compositor y también escritor: Ernst Theodor Amadeus Hoffman (1776-1822): Kapellmeister Johannes Kreisler, genio musical que cae en la locura.
Además de su condición monumental, esa partitura contiene más que rasgos autobiográficos, la naturaleza humana de Robert Schumann, quien en la vida real perdió también la razón y murió en un asilo, enamorado del amor de su vida: la extraordinaria pianista y compositora Clara Wieck (a quien la historia oficial de la música, tan patriarcal ella, insiste en llamar Clara Schumann), a quien alguna vez escribió en una carta: “Toca mi Kreisleriana a menudo. En algunos momentos hay ciertamente un amor salvaje, y tu vida y la mía, y cómo eres tú”.
Salvaje. Es en efecto música salvaje, de altísima intensidad emocional, agitación, euforia y calma súbita.
A Simone Dinnerstein le gustan los retos. Su grabación de esa obra que es piedra filosofal, queda ya registrada como nuevo referente discográfico, junto a otras joyas que ha grabado y que aquí recomendamos con fruición, en especial sus grabaciones de Bach, además de las ya mencionadas Variaciones Goldberg, el disco hermosamente titulado Something Almost Being Said (Algo casi dicho), donde reúne la poesía sonora de Franz Schubert con la belleza de la divinidad: la música de Johann Sebastian Bach.
Parafraseando a Simone Dinnerstein: Esta es una música para perdernos. Y encontrarnos.