El episodio de Alito y las audiograbaciones coloca a la alianza claudista (PRI, PAN y PRD-loquequeda) en una angustiosa precariedad de cuadros directivos y de “méritos” políticos y sociales a proponer en futuras campañas: sumido Alejandro Moreno en el lodo y en la inminencia de perder dos gubernaturas más (Oaxaca e Hidalgo, con la agravante de no haber podido contrarrestar la sumisión de los gobernadores de estos estados a los planes y ofertas guindas), el triciclo denominado Va por México se queda con dos ruedas.
Pero Marko Cortés tampoco pasa por momentos cumbre, sino lo contrario, mantenido en el cargo más por necesidades de apariencia de institucionalidad que por efectividad política, y de Jesús Zambrano y su fideicomiso de liquidación del sol azteca, ni qué decir, pues constituye una aportación ínfima al rodar de ese triciclo sin ruedas, un lastre que fanfarronea con la esperanza de no ser aplastado, al igual que Alito.
Los dos únicos activos reales de Va por México (PRI y PAN como partidos, con la medición que se les quiera adjudicar) entrarán, luego de las elecciones del siguiente domingo, en una etapa de turbulencia interna que podría llevar al relevo de sus dirigentes tan deficitarios, Alito y Marko.
El campechano es insostenible y el panista es una figura casi de decoración, aunque cierto es que, a fin de cuentas, el mando, el diseño de la estrategia y la recaudación de fondos rumbo a 2024 están a cargo del dirigente tripartidista real, Claudio X. González, a nombre de los portafolios de inversión que complotan en busca de impedir la continuidad de Morena en Palacio Nacional.
En caso de que se cumplan los vaticinios generalizados, que asignan al partido de la presunta regeneración nacional cuando menos cuatro de las seis gubernaturas a elegir este domingo, el poder acumulado de tesorerías estatales para las siguientes campañas electorales será apabullante, pero Morena, es decir, Palacio Nacional (donde reside el verdadero motor e imán electoral), necesita renovar la esperanza mediante un giro en sus prácticas internas, es decir, remover cuadros directivos desgastados (Mario Delgado, por antonomasia), colocar una pieza de refresco, esperanzadora, y prometer que errores pasados y recientes serán subsanados.
Tal vez el proceso de restauración del partido oficial se inicie con la convocatoria emitida por Bertha Luján, presidenta del Consejo Nacional de Morena, para realizar una sesión ordinaria el próximo sábado 11.
Una corriente interna, que se ha agrupado como Convención Nacional Morenista, ha expresado su beneplácito porque en el orden del día de esa sesión se ha incorporado la demanda de analizar y, en su caso, aprobar, un “plan de acción para la reorganización de Morena como partido-movimiento para recuperar su institucionalidad en todos los órganos de conducción y dirección municipal, distrital, estatal y nacional, respectivamente” (https://bit.ly/3aC87AU).
Fundamental en ese proceso de reorganización y relanzamiento morenista será que no se recurra a las trampas para impedir o distorsionar tal sesión de Consejo. Convocar a tal sesión, largamente escamoteada, es un paso adelante, pero será un retroceso si triunfan la simulación y el conservadurismo internos.
Y, 5) En la pelea interna de Morena por 2024 es observable la asignación de un papel, por encima del institucionalmente chilango, hacia Claudia Sheinbaum. Ha estado recibiendo a actores políticos de la llamada 4T como si hubiera una decisión superior de que ella resuelva o haga amarres importantes.
El ejemplo más reciente se dio al recibir a los tres aspirantes a la gubernatura del estado de México, uno de los cuales, Horacio Duarte, tuiteó que él, Delfina Gómez e Higinio Gómez se habían reunido con “la Jefa” y sostuvieron “el compromiso de construir en unidad la transformación del Edomex en 2023” (https://bit.ly/3NNKELf). ¿Por qué hacer esos “compromisos” ante “la Jefa” y difundirlos abiertamente? ¡Hasta mañana!
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