Los recientes datos sobre el comportamiento de la producción indican que en el primer trimestre del año creció uno por ciento con relación al último trimestre de 2021. Las estimaciones acerca de la expansión económica del año siguen estando en un rango menor a 2 por ciento. Se esperaría, pues, poco dinamismo hasta diciembre.
El crecimiento deriva de las condiciones productivas (la oferta), los patrones del gasto público y privado (la demanda) y el comercio exterior (las importaciones y exportaciones). En el caso de México, las exportaciones manufactureras a Estados Unidos tienen una especial relevancia que debe ser aprovechada al máximo. Hay que poner de relieve el papel que cumplen las importaciones.
En ese entramado, el dinero y el crédito tienen una función esencial, se trata no sólo del financiamiento, sino de la provisión suficiente y oportuna de liquidez. Existe un límite para todos los agentes económicos que está dado por la capacidad de hacer transacciones y pagar las deudas.
El tiempo es un factor clave del funcionamiento económico y, en particular, para crear las condiciones que definen la capacidad productiva, la competitividad, la rentabilidad, los patrones de la distribución, el bienestar. Lo es, igualmente, para establecer el entramado del gasto agregado de la economía, incluyendo los recursos del gobierno y su destino.
En última instancia, ahí reside la posibilidad de absorber los recursos disponibles: materiales, financieros y el trabajo. Ahí se hace efectiva la capacidad de reducir la holgura de la economía que, finalmente, expresa la no utilización productiva de esos recursos. Ese rasgo es ya crónico en esta economía y se agrava en el tiempo.
Esa es una forma de ineficiencia sistémica muy onerosa. El dilema es que el potencial económico se va reduciendo y recrearlo es cada vez más costoso. Se asocia con la cantidad de los recursos destinados a la inversión productiva, la compensación oportuna del desgaste y la obsolescencia.
Esta cuestión no es sólo de carácter técnico, sino que su expresión política es determinante. México está hoy puesto en esa complicada posición. Es como el mito de Sísifo. Eso es lo que está detrás de los datos periódicos del desempeño económico. Separar ambos procesos equivale a una forma de pensamiento trunco.
Una cosa es la necesaria atención que se da a los resultados periódicos de la actividad económica y que es algo que ya ocurrió. Estos se refieren a las cantidades y a los precios de los bienes y servicios que se crearon y se distribuyeron, todos ellos, en estructuras de mercado distintas, unas más competitivas que otras, con diversos “grados de monopolio”.
Otra cosa es el extenso ámbito de referencia en el que ese complejo proceso se desenvuelve en el tiempo. (Una breve digresión. Esa estructura trata en última instancia de una condición que el poeta Paul Claudel captó con agudeza en el diálogo siguiente: Marthe pregunta: “¿Cada cosa vale el precio exacto que le corresponde”? Thomas responde: “Nunca”.)
Sobre los datos que arrojan los modelos económicos, se estima lo que puede ocurrir en los trimestres siguientes. Mientras más largo sea el periodo considerado, menos ”precisos” serán los resultados.
Recientemente, el economista Olivier Blanchard ha dicho en relación con las políticas actuales de tasas de interés que: “Pienso que hay una tendencia en los mercados a enfocarse en lo que pasa actualmente, en el presente y de ahí extrapolarlo para siempre”. Cuando dice “los mercados” se refiere a quienes ofrecen a partir de su comportamiento una perspectiva de lo que puede pasar.
Este asunto tiene que ver con el efecto de las políticas públicas. Ese ámbito tiene un encuadre específico. En el caso de la promoción del crecimiento de la actividad económica –el producto y el empleo– y de las condiciones de estabilidad de los precios en plazos más largos que la coyuntura, hay una necesidad de integrar la visión acerca de un escenario al que se quiere llegar y evaluar su posibilidad efectiva. Sí, la complejidad es bárbara, pero ineludible.
Abarca el escenario de crecimiento y desarrollo que enmarca y orienta la política pública en México. Para eso hay que definir la inversión de las grandes empresas que operan aquí, sean nacionales o extranjeras; integrar al resto de las empresas y su financiamiento, considerar a los trabajadores en un mercado en el que más de la mitad son informales o con empleos precarios y abatir las condiciones de la pobreza.
Incluye una definición operativa de la cuestión clave de la energía, su cobertura, sus costos, la reposición de manera amplia y su sustentabilidad. Obliga a gestionar los recursos escasos como el agua y el medioambiente en general.
Exige ubicar a la demografía, factor dinámico y determinante en muchos sentidos. Plantear la educación como factor de realización individual y social y que gira ineludiblemente en torno al conocimiento. Abordar la provisión ordenada de la salud y la vivienda.
Ha de afrontar la cuestión de la institucionalidad como un eje de la vida colectiva. Replantear urgentemente la repercusión general de una creciente y extendida inseguridad pública.
¿Dejará este sexenio, que ha enfrentado igual que todos los países episodios excepcionales como la pandemia, la guerra y están al borde de una muy posible recesión económica global, una alternativa viable de desarrollo y bienestar que sostenga de modo firme una nueva tendencia?