La escritora y periodista Elena Poniatowska se dijo muy contenta de “tener por las mujeres de México la inmensa admiración que siento desde hace años”.
Así lo expresó la ganadora del Premio Cervantes de Literatura 2013 al final de la lectura de una muestra de su obra, a cargo del actor y su amigo Arturo Beristain, que se realizó al mediodía de este domingo en el Palacio de Bellas Artes como parte de la conmemoración por los 90 años que cumplió el 19 de mayo pasado y festejó en ese recinto cultural.
Poniatowska expresó a su público: “Los puedo ver a todos ustedes de un solo lado, y es el del cariño, el agradecimiento enorme de que me han acompañado hasta los 90 años. Muchas gracias”.
Arturo Beristain leyó fragmentos de textos como Fuerte es el silencio y Hasta no verte Jesús mío, en los que se refirió a Jesusa Palancares, la memoria de Rubén Jaramillo y una pléyade de personajes de las capas marginadas de la sociedad, sobre todo a mujeres, a quienes Poniatowska describió con dignidad y cariño en sus narraciones.
El actor también recordó anécdotas que muestran a la Elena Poniatowska activista y merecedora del cariño de las personas, como cuando en Oaxaca un grupo de mujeres indígenas se le acercó para intentar tocarla en reconocimiento a “ese trabajo social que se ha ganado el amor de todo el país”.
Luego interpretó la musicalidad que se desprende de los libros de la colaboradora de La Jornada, en los que se adivina la amenaza que gravita alrededor de los personajes y las situaciones que los laceran en el desamparo; también esas muestras de sabiduría que evidencian la injusticia y la mentira de distintos momentos de la historia.
Por ejemplo, el Güero que, en Fuerte es el silencio, gritaba: “¡No les den las gracias, no les den las gracias!” a los agentes del gobierno. Continúo: “que aquello que les enviaban de la capital no era un regalo.
“Que todo eso, el agua, la luz, postes bosques, los desayunos escolares ya estaban pagados de antemano, que eran la sangre de sus abuelos, el polvo de los huesos, el mástil de sonajas de la mazorca, el grano lanzado en los surcos; que sólo entraban en posesión de lo que debió ser suyo hace mil años, que al que tenían que dar el crédito era a su corazón, porque la tierra era su casa.”
Así desgranó historias que normalmente no llegan a los libros, de marginación, de trabajo y pobreza; de sobrevivencia a pesar de todos los obstáculos, con una cualidad humana. De los vínculos creados ahí, de amor y amistad. Así como de dolor.
Los alumnos del Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos número 10 Carlos Vallejo Márquez, el cual cumple 50 años, que asistieron a esta actividad del ciclo ¡Leo… Luego existo!, fueron atrapados por el relato del origen del mundo en la voz de Beristain, sobre la forma en que ocurrió el pecado original de Eva y Adán, en palabras de Poniatowska. Respondieron con atención, risas y aplausos.
Arturo Beristain relató como en otra ocasión la escritora convenció a los asistentes a un concierto en recuerdo de las víctimas del sismo de 1985 de quedarse a pesar de la lluvia en Tlatelolco. Rememoró que Poniatowska les dijo: “Espérense. Es agua. El agua limpia. Esta es una plaza muy sucia. Está llena de sangre y de polvo y de escombros”. Cuando inició el recital, se despejó el cielo “y todos nos pusimos a llorar. Elena tenía razón”.
Beristain afirmó: “Para interpretar a un personaje hay que identificarse con él. Como seres humanos, la empatía, la identificación, la solidaridad son cualidad que nos hacen personas de una cualidad moral superior. La fraternidad, la empatía, la solidaridad, la identificación con el prójimo deberían ser sinónimo de Elena”.