A los 36 años y a punto de contraer matrimonio con su pareja masculina danesa, Amin, un refugiado afgano, decide contar su vida a su mejor amigo en Copenhague. La infancia del protagonista está marcada por una doble experiencia perturbadora: por un lado, la desaparición de su padre, un disidente político arrestado por las fuerzas de ocupación soviética en el Afganistán en guerra de finales de los años ochenta, suceso que sume a la familia de Amin en una dura precariedad económica, obligándola al exilio, y por el otro, el paulatino descubrimiento que hace el niño de su propia disidencia sexual, evidenciada por su fascinación hacia ídolos masculinos del cine de acción (en especial Jean Claude Van Damme, su máximo fetiche erótico). Lo que sigue es su larga y atribulada travesía, acompañado de su familia, por Europa, empezando por un exilio obligado en Rusia, hasta llegar a Dinamarca, la meta final, lugar hospitalario en el que Amin habrá de consolidar su vida profesional y la libre elección de su preferencia amorosa.
Flee: huyendo de casa ( Flugt, 2021), del documentalista danés Jonas Poher Rasmussen ( Buscando a Bill, 2012), es una coproducción de Dinamarca, Francia, Noruega, Suecia y Países Bajos que fusiona de modo atractivo el documental y el cine de animación para evocar mediante un relato intimista, y en un contexto histórico claramente delineado, la odisea de los miles de migrantes que tuvieron que huir de Afganistán pocos años antes de la derrota final de la Unión Soviética en Afganistán en 1989, un año crucial también marcado por la caída del muro de Berlín. La confidencia personal que hace Amin en el filme de animación a su amigo danés procede de una experiencia real que vivió el propio cineasta Rasmussen en su larga amistad con un refugiado afgano cuya identidad ha preferido mantener en el anonimato. Lo interesante es ver cómo el ritmo de la película y sus continuos saltos temporales están aquí marcados por el flujo mismo de la memoria de Amin, personaje que va desgranando sus evocaciones más íntimas para referir, de modo personal, su propia visión de la guerra, el desasosiego familiar ocasionado por los desplazamientos forzados, así como la experiencia también inquietante de su propio exilio interior como un joven obligado a ocultar su identidad sexual en un país musulmán donde ni siquiera existe palabra alguna para denominar un deseo erótico tan radicalmente opuesto a los dogmas dominantes.
La vertiente confesional del relato, testimonio introspectivo muy novedoso en cuanto señala un clima de represión sexual vigente hasta la fecha en muchos países musulmanes, es particularmente elocuente en un contexto histórico actual marcado por el regreso de los talibanes al poder en Afganistán y por la serie de prohibiciones que aún imponen a las mujeres y, cabe imaginar, también a las minorías sexuales. Por medio de la mirada de Amin y su experiencia de dos décadas de exilio obligado, asistimos a las tribulaciones de una familia al borde siempre de la desintegración y de un desánimo irreparable, dueña sin embargo de una formidable capacidad de adaptación en circunstancias muy adversas (xenofobia, corrupción, clandestinidad), y con la generosidad suficiente para acompañar a Amin en sus decisiones personales más delicadas. Cabe señalar la afortunada inclusión en esta propuesta de animación de un notable material de archivo para construir, en paralelo a la anécdota individual, un recuento histórico más ambicioso. Flee: huyendo de casa posee así una novedad narrativa nada desdeñable, virtud que sin duda contribuyó a que la cinta conquistara el año pasado el gran premio del jurado en el Festival de Sundance. Un documental de animación en la tradición de trabajos tan memorables como Vals con Bashir (2008), del israelí Ari Folman.
Se exhibe en Cineteca Nacional, Cine Tonalá, Cinemanía Loreto y salas comerciales.