Nueva York. En Uvalde, Texas, las lágrimas y la ira no cesan ante el dolor por la ausencia de 19 niños y dos maestras asesinados por un joven con un rifle semiautomático legalmente adquirido y donde las autoridades policiales fueron obligadas hoy a reconocer que cometieron “un error” al no interceder de inmediato para frenar la matanza, mientras a 450 kilómetros de distancia, en Houston, se realiza un festejo nacional de las armas (en actos “para toda la familia”).
El Departamento de Seguridad Pública de Texas, luego de dos días de mentir o evadir lo que todos sabían, fueron obligados a confesar que hubo “errores” al no dar la orden de responder de inmediato e ingresar a la primaria mientras el joven pistolero tuvo más de una hora –de hecho, 78 minutos– para asesinar a 19 niños y dos maestras el martes antes de que las autoridades intervinieran.
Según explicó Steven McCraw, director del departamento, el oficial encargado decidió esperar a que llegaran refuerzos y equipo. Las autoridades explicaron que pensaban que el pistolero estaba escondido y que ya no corrían peligro los niños. “Esa fue la decisión equivocada”, aceptó, reportó el Texas Tribune.
Persisten las interrogantes sobre cómo fue posible pensar que los niños ya no corrían riesgo cuando durante todo ese tiempo hubo repetidas llamadas a los números de emergencia de maestros y niños dentro de la escuela, rogando que la policía acudiera y en cuyas llamadas se podían escuchar los balazos.
Había unos 19 policías armados en el pasillo del aula donde estaba el asesino poco después de que ingresó a la escuela y empezó a disparar, pero decidieron no ingresar, y esperaron 48 minutos hasta que llegó un equipo de agentes de la Patrulla Fronteriza, quienes fueron los que entraron y mataron al asesino.
En Houston, la convención nacional de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) que comenzó ayer y durará el fin de semana, con un programa donde se presentarán, entre otros, Donald Trump y el senador federal texano Ted Cruz, en lo que califica como “un fin de semana repleto de libertad para toda la familia”, se exhi-ben y pueden manejarse todo tipo de armas –rifles, pistolas, escopetas y fusiles de asalto, como los empleados en los recientes tiroteos–. El presidente de la NRA, Wayne LaPierre, inauguró la convención deplorando la “maldad” en el incidente en Uvalde, pero advirtió que el gobierno federal no puede legislar contra la maldad y acusó que las modestas propuestas del presidente Joe Biden para un mayor control de armas dañarían “el derecho humano fundamental de estadunidenses que cumplen con las leyes para defenderse”.
Sin embargo, en las afueras de la convención hubo otro tipo de recepción para los miles de asistentes, en inglés y en español, con un grupo de madres cargando un ataúd de tamaño infantil, y junto a ellos unos 500 manifestantes coreando “NRA, vete de aquí”.
Cerca de ahí, se manifestó una fila de niños y jóvenes con las fotos de las víctimas sobre sus camisas, una de las cuales decía “¿Seré el próximo?”.
Miles de latinos, afroestadunidenses y blancos con pancartas con los mensajes: “Ya basta”, “Vergüenza” y “Alto a las matanzas”, recibían a una parte de los asistentes a la convención proarmas, y uno de ellos con altoparlante hacía escuchar su clamor: “Ted Cruz, asesino. Greg Abbott (gobernador de Texas y promotor de anular los controles sobre armas), asesino. Asesinos, asesinos”.
Uno de los participantes de la cita de la NRA, un ex marine, descalificó las protestas, afirmando que “esa gente son títeres y ovejas de los medios, no cambiarán la opinión de nadie”, reportó Reuters.
Mientras tanto, un comité de la Cámara baja del Congreso federal, con el liderazgo de la diputada Carolyn Maloney, ha comenzado una investigación contra cinco fabricantes de armas de fuego solicitando información de las empresas sobre la producción, venta y mercadeo de rifles semiautomáticos, como el tipo AR-15 que ha sido empleado en algunos de los peores tiroteos masivos en Estados Unidos. Maloney, en las cartas oficiales que envío a cada empresa, afirmó que “a pesar de décadas de crecientes muertes por armas y asesinatos masivos usando rifles de asalto, su compañía ha continuado comercializando armas de asalto a civiles, cosechando ganancias de las muertes de estadunidenses inocentes”. En Estados Unidos hay más armas (unos 400 millones) que población (335 millones), un país con 4 por ciento de la población mundial pero 40 por ciento de las armas en manos civiles a nivel planetario, donde casi uno de cada cuatro hogares contiene armas de fuego, con más tiroteos masivos que el resto de los países avanzados combinados, y donde más de 34 mil 500 menores de edad han muerto o han sido heridos por balas desde 2014 hasta la fecha.
Pero la matanza de niños en Uvalde y todas estas cifras que se repiten después de cada incidente de tiroteos en escuelas, por ahora, parece no estar cambiando nada en el gran debate sobre cómo controlar la violencia armada dentro del país más miedoso del mundo (donde la mayoría de los que adquieren armas dice que es por razones de “protección personal”).
Los jóvenes siguen exigiendo un cambio y esta semana miles en preparatorias, secundarias y algunas universidades en diversos puntos del país realizaron huelgas al abandonar sus aulas en solidaridad con las familias de Uvalde, y para demandar mayores controles a las armas.
“Ya basta… Necesitamos más que sus condolencias y oraciones. Exigimos acción de nuestros legisladores”, declaró Estudiantes Exigen Acción, que ayudó a coordinar las huelgas.