La película costarricense Domingo y la niebla es la única película iberoamericana en las dos principales secciones del Festival de Cannes, y la primera del país centroamericano en ser seleccionada para Una cierta mirada. Su director, Alex Escalante, se siente orgulloso y feliz por la oportunidad, como contó en exclusiva a La Jornada.
–Su selección en Cannes es histórica para el cine tico, ¿cómo lo lleva?
–Sí, es la primera vez que estamos en Cannes con una película costarricense. Significa muchas cosas. La comunidad de cineastas en mi país y en Centroamérica está muy unida. Es gente que está luchando y, de verdad, cuando una película pega, la pegamos todos.
–¿Hay inspiraciones reales en el personaje de su película o es todo ficticio?
–No. Tiene mucho de la realidad, de cosas que he observado. Me mudé a esta comunidad, Cascajal de Coronado, por seis meses. No sólo para conocerla bien. La elegí antes de tener el guion. Quería que formara parte del mismo y ahí conocí a mucha gente que vive como Domingo, mi personaje.
–¿Hay más personas así en esa comunidad?
–Así es. Por eso le dedique esta película a Sergio Rojas y a Jerry Rivera, dos líderes indígenas asesinados años atrás tratando de recuperar tierras tomadas por la burguesía. Sus muertes quedaron impunes. Entonces la idea de retratar la historia de Domingo era un poco eso, construir un héroe de la resistencia y por otro lado este antihéroe viejo, solo, macho, tóxico, etcétera.
–La película puede ser interpretada desde diferentes puntos de vista. Podemos analizarla desde el lado político, ecológico, feminista o humano. ¿Puede explicarnos cuál es el suyo?
–Me gusta la idea de hablar de muchos temas a la vez y dejar cosas libres a la interpretación porque así una película se convierte en miles más, conforme dialogas con cada persona.
–¿Qué lugar tiene la masculinidad en esta historia?
–Quería hablar mucho de la masculinidad frágil, partir de un lugar más personal, y no sobre la teoría de género, deseaba compartir un poquito mi experiencia. Por supuesto la magia, lo sobrenatural, me divirtió un montón.
–¿Se considera seguidor del realismo mágico latinoamericano?
–El realismo mágico es una corriente preciosa. Pero también estoy listo para que lo superemos un poco. Siento que es de una época en particular, que ha pasado mucho tiempo y que estamos listos para dialogar con el realismo mágico latinoamericano. Pero no necesariamente debemos sentirnos parte de este club, porque queremos hacer el nuestro propio.
–Hablando de elementos y capas, Domingo y la niebla tiene su parte mística. ¿Crees en la vida después de la muerte?
–No lo sé. Eso es lo interesante, no me he definido, nunca lo he creído. Pero de repente llego a una edad y digo, ¿pero por qué no? No me gusta crear desde la certeza y de la duda. Y, ante todo, quiero vivir en un subcontinente que convierte los muertos en fantasmas sin que nos genere ningún problema, y con esas expectativas y esas creencias sí quiero jugar.
–A la niebla, Domingo la reconoce como su mujer. Pero puede ser más que eso: su conciencia, sus remordimientos. Sobresalen dos personajes femeninos: la hija que está en carne viva y la mujer que es niebla, ¿cómo logran ambas dialogar?
–La película habla de un mundo de hombres privilegiados, sin herramientas emocionales para lidiar con las cosas que les están pasando. Y quería tener estos personajes femeninos, siendo poseedoras de la razón, gente con más fortaleza. A la esposa de Domingo, nunca la vemos. Pero se habla de ella y sabes cómo era. Me gusta la relación de Domingo con su hija, rota. Él es una persona que siente más que culpa, siente un pesar que quisiera enmendar, pero con su hija Silvia hay muy poca oportunidad. La disculpa no es suficiente y con esas consecuencias tiene que lidiar. Lo malo es que se da cuenta muy tarde.