Hoy anunciará el Presidente de México su decisión respecto a la Cumbre de las Américas, a la que no se ha invitado a Nicaragua ni Venezuela y en la que tal vez se pretenda dar espacio a una “voz” de Cuba, no necesariamente de su presidente, aunque éste ya anunció que no iría, así lo invitaran.

Tal cumbre, que se realizará el mes entrante en Los Ángeles, bajo el auspicio de la administración Biden, ha tenido como protagonista discordante al presidente López Obrador, quien con oportunidad advirtió que no iría a tal encuentro si no iban todos los países del continente: inclusión, en lugar de exclusión, como paso hacia una nueva relación de Washington con la pluralidad americana, planteó el tabasqueño.

La apuesta andresina ha tenido dos efectos inmediatos: la Casa Blanca ha tratado de regresar al redil al Presidente mexicano, sobre todo a partir de gestiones del tan preocupantemente asiduo visitador de Palacio Nacional, el embajador-interventor Ken Salazar; por otra parte, la postura de AMLO ha tenido eco en otros mandatarios de Centro y Sudamérica, dándole una relevancia que podría consolidar un liderazgo regional.

La respuesta que dé hoy Palacio Nacional tendría que ser un prodigio de buena política para no lastimar o dejar resentimiento en las partes concurrentes: Biden y los intereses que realmente mandan en Estados Unidos podrían considerar un exceso obradorista el cumplir su advertencia de no ir si había la exclusión (que ya está confirmada); a su vez, los países que se han sumado a la postura mexicana podrían sentirse abandonados en un lance trascendente.

López Obrador es un ser político con gran creatividad, acostumbrado a momentos cruciales que suelen potenciarlo. Por el bien de la nación, es de desearse que encuentre una fórmula eficaz para salir adelante en este dilema.

En Jalisco sigue el duelo a coletazos entre dinosaurios: de un lado, Raúl Padilla, el cacique de la Universidad de Guadalajara que usa como pretexto movilizaciones masivas por la “autonomía universitaria”, lo cual en los hechos significa aceptar su voluntad en el manejo de recursos públicos en esa casa de estudios; del otro lado, el menguante gobernador Enrique Alfaro, que ha vivido contradictorias relaciones con Padilla, alianzas y confrontaciones igual de intensas.

No está de más insistir en la importancia de que los recursos públicos tengan una plena transparencia en cuanto a su uso en las universidades correspondientes. Camarillas de políticos se han encaramado en la mayoría de las rectorías de tales instituciones, parapetados tras la noble figura de la autonomía, que en la mayoría de los casos sólo encubre maniobras de mafiosidad política.

Te lo digo Instituto Electoral de la Ciudad de México (IECM), para que lo entiendas Instituto Nacional Electoral (INE, y sus similares en los estados): el congreso de la capital del país, con predominio morenista, recibió ayer en su plenaria el dictamen que busca reducir puestos y funciones en áreas del IECM (que sea “esbelto”, dijo la gobernadora Sheinbaum al respecto) entre protestas y toma de tribuna de legisladores opositores (la aprobación probablemente se daría en la madrugada de este viernes).

Más allá de las razones específicas relacionadas con el IECM, el lance morenista es un mensaje para el INE, al cual los partidos contrarios a la llamada 4T defienden para que no tenga modificaciones. La intención morenista podría ir incluso hacia las versiones estatales del INE, llamados Organismo Público Local Electoral en cada entidad, los OPLE, que también son susceptibles de correcciones a fondo.

Y, mientras el presidente López Obrador defiende su impugnada política de “abrazos, no balazos”, en un contexto de creciente inseguridad pública, con frecuentes hechos delictivos conmocionantes y una constante provocación de grupos del crimen organizado a las fuerzas federales, ¡hasta el próximo lunes, en la semana en que la Corte decidirá la suerte judicial del desesperado e incendiario gobernador de Tamaulipas!

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