Las visiones fantásticas de Daniel Lezama (Ciudad de México, 1968), pintor conocido por sus escenas fuertes, a veces de enorme crudeza, colmarán el Museo de Arte Moderno (MAM).
Vértigos de mediodía, exposición de alrededor de 40 obras, en su mayoría pintura, aunque también grabado, abrirá el primero de junio en el recinto del Bosque de Chapultepec. “Es posible que la muestra produzca en el espectador una pérdida brusca y pasajera de la razón, en el caso de hacer caso a la definición siquiátrica de la palabra vértigo”, en sentido figurado. La exposición fue curada por Érik Castillo, máximo conocedor del trabajo de Lezama.
Las piezas abarcan 25 años de su producción pictórica, desde 1996 hasta la fecha. Tres de los óleos fueron hechos especialmente para la muestra y entrarán en diálogo directo con obras del acervo del MAM. La mayoría de las obras provienen de colecciones privadas, de allí la dificultad de verlas reunidas en un mismo sitio.
Aparte de ser elaborados, sus cuadros suelen ser de gran formato, entonces produce 12 o 15 al año. Algunos de los más emblemáticos son: El sueño del 16 de septiembre (2001); La Venus, el Rebel ((2002); La leyenda de los volcanes (2005); Lowry (2009), de la serie Viajeros; Cargadores (2012), y Visor (2018), de la serie La compañía.
La historia de México es el eje central de la obra de Lezama, quien la observa desde adentro y desde afuera, ya que pasó su niñez en este país y en Estados Unidos. Ofrece una visión contemporánea y crítica de los acontecimientos históricos en la que no hay vencedores ni vencidos. Su obra resume movimientos, conceptos, tendencias, costumbres, hechos reales y latentes que caracterizan al país, interpretados en un ambiente simbólico.
En una entrevista anterior con La Jornada, Lezama habló de su temática “fuerte” y de sus búsquedas personales: “El espectador ve dos cosas de inmediato: un tema fuerte que jala a escala del morbo, tal vez, y un planteamiento técnico muy atractivo. Una pintura extraordinariamente bien pintada y también realizada efectivamente.
“Mi intención no es escandalizar. A la hora de pintar no tengo una relación directa con mi público; o sea, trabajo para mí, pero con mucha honestidad.
“Trato de ser muy honesto con lo que necesito. Y me ha funcionado como forma de agarrar el hilo conductor del alma que nos une a todos, que se junta en esa honestidad que tengo para mí y que la gente percibe.
“Mi intención, de alguna forma, es plantear ciertos temas en un código alegórico, metafórico, de varios niveles de lectura, donde se puede ver una escena e interpretarla de varias maneras.
“Algunas interpretaciones son muy profundas, otras muy superficiales; es decir, unas son de lo que pasa en el cuadro, otras de qué significa lo que ocurre; otro es lo que representa la escena en conjunto y por qué lo hago. Trato de ser consciente de esos niveles de lectura en términos de mí mismo. Quiero que lo que se hace sea preciso y necesario.
“A veces escandalizo porque me escandalizo a mí mismo. De repente necesito la emoción fuerte para despertar a las realidades de algo, para sentir y encontrar el alimento de esta búsqueda. Considero mi obra un acto de amor al mundo, a México, a los objetos, a las personas, a mí mismo y a todos los demás que puedan en un momento dado verla.”
Con el propósito de hacer “eco” de la exhibición Vértigos de mediodía, la galería Hilario Galguera montará una pequeña muestra de pintura, escultura y grabado de Daniel Lezama en la planta baja de su sede, ubicada en calle Francisco Pimental 3, colonia San Rafael, en la Ciudad de México.