A tres días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales colombianas, la probable victoria del candidato progresista Gustavo Petro despierta grandes esperanzas en Colombia, en nuestra región y en otras esquinas del planeta. Todas las encuestas lo dan ganador, aunque no con la mitad más uno de los votos válidos, cantidad necesaria para declararse vencedor en primer turno. De modo que a menos que haya una sorpresa, Petro tendría que medirse en segunda ronda el 19 de junio con quien resulte segundo, algo que en este momento no está claro, pues según los sondeos existe empate técnico entre quienes ocuparían el segundo y tercer puestos, uno de ellos Fico Gutiérrez, el caballo de Uribe en esta carrera.
En una segunda vuelta, escenario por el que la derecha ha estado trabajando, el uribismo y todas las corrientes de derecha se lanzarían al cuello de Petro con el apoyo de los medios hegemónicos. Debe consignarse, es colosal y muy difícil de lograr la tarea de llegar al Palacio de Nariño que se ha propuesto el Pacto Histórico, coalición que abandera a Petro, ex guerrillero y ex alcalde de Bogotá, y a la muy destacada activista afrocolombiana, feminista y ecologista Francia Márquez.
El sistema dominante siempre erige múltiples y enormes obstáculos ante los candidatos progresistas, o de izquierda, en cualquier país para imponerse en una elección. Cómo será de complicado cuando una opción progresista consigue, por primera vez en la historia, un escenario considerablemente favorable para acceder por vía electoral al Ejecutivo en Colombia, país férrea y sanguinariamente gobernado por la oligarquía desde hace dos siglos, al que, nada menos que Estados Unidos (EU) considera de su propiedad. Después de las elecciones legislativas y primarias de marzo de este año, en las que el PH obtuvo la mayor bancada, aunque no la mayoría en ambas cámaras, la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur (CS), se reunió con el general Luis Navarro, comandante general de las fuerzas armadas colombianas para preguntarle por la posible desactivación de las siete bases militares de EU en territorio colombiano, en caso de ganar Petro. Navarro le contestó que tanto los legisladores como las fuerzas armadas se opondrían a tal medida, lo que le ganó al jefe militar un boletín de prensa del CS afirmando que Colombia “es un socio de seguridad incondicional de Washington”. El candidato del PH ha denunciado que se conspira para dar un golpe de Estado o cancelar la elección. Él y Márquez, que ya fueron objeto de atentados en el pasado, han sido amenazados de muerte y en la peculiar democracia colombiana deben presentarse en los mítines con ostensibles medidas de seguridad.
Cuatro candidatos presidenciales de orientación de izquierda, o progresista, han sido asesinados desde 1980. Por no hablar del homicidio en 1948 de Jorge Eliécer Gaytán, candidato del Partido Liberal, pero con definida raigambre y vocación nacional popular, que dio inicio al periodo conocido como La Violencia.
En Colombia, donde han corrido ríos de sangre desde la famosa masacre de las bananeras (1928), según la Jurisdicción Especial para la Paz, creada por los acuerdos de paz (2016), sólo entre 2002 y 2008 fueron muertas 6 mil 400 personas por la práctica represiva de falsos positivos, consistente en el asesinato por el ejército de ciudadanos inocentes presentados como guerrilleros. Si tomamos los datos emitidos por el prestigioso Indepaz, sólo en 2022 han sido asesinados 78 líderes sociales y defensores de derechos humanos, así como 21 combatientes de las FARC firmantes de la paz, tragedia en ascenso desde poco después de la elección del actual presidente Iván Duque, muñeco del neofascista ex presidente Álvaro Uribe, enemigo acérrimo de los acuerdos. Conviene recordar también la saña represiva de los cuerpos de seguridad colombianos durante las grandes rebeliones populares de 2019-2020 y 2021, 70 por ciento de rechazo a Duque en los sondeos y el derrumbe del uribismo, fenómeno que, como el ascenso de Petro, está muy relacionado con la conciencia creada por las protestas populares.
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