Si el mundo ya era extremadamente desigual tras casi cuatro décadas de neoliberalismo, después de la pandemia, la desigualdad se agudizó. El Laboratorio sobre la Desigualdad Mundial, auspiciado por Piketty, Saez y Zucman, que se ha propuesto difundir información sobre la distribución del ingreso y de la riqueza en el mundo y en más de 100 países, presentó recientemente su Informe sobre la Desigualdad Mundial 2021. El documento presenta datos cruciales para determinar la magnitud de la desigualdad actual. Esta investigación persigue detonar acciones que disminuyan la desigualdad, lo cual es posible si la medimos y nos proponemos metas que puedan alcanzarse con políticas públicas.
De acuerdo con este fundamental paquete de datos, en 2021 el individuo promedio en el mundo recibió 23 mil 380 dólares PPP (en adelante solamente dls.), al tiempo que poseía activos por 102 mil 600 dls. Este dato promedio, por supuesto, enmascara las grandes disparidades entre países y al interior de ellos. El 10 por ciento más rico de la población mundial retuvo en 2021 casi 52 por ciento del ingreso global, en tanto que la mitad más pobre del mundo recibió 8.5 por ciento de este ingreso total. En promedio, un individuo del 10 por ciento más rico del globo ganó 122 mil 100 dls., mientras el individuo promedio del 50 por ciento más pobre recibió apenas 3 mil 920 dls.
La desigualdad de la riqueza o patrimonio es más fuerte que la que existe en el ingreso. El 50 por ciento más pobre a nivel global apenas posee 2 por ciento de la riqueza global, en tanto que el 10 por ciento más rico tiene 76 por ciento de toda la riqueza del mundo. En promedio el 50 por ciento más pobre tiene sólo 4 mil 100 dls. por adulto, al tiempo que los más ricos, el 10 por ciento de arriba, es dueño de 771 mil 300 dls, por adulto.
En México la información que se presenta para el país está encabezada por el siguiente subtítulo: “Uno de los países más desiguales del mundo”. De acuerdo con sus estimaciones, en 2021 el individuo promedio recibió 232 mil 790 pesos y el individuo promedio del 50 por ciento más pobre recibió 42 mil 700 pesos. Además, el 10 por ciento más rico recibió 57 por ciento del ingreso nacional o 30 veces más que el 50 más pobre. El 40 por ciento de en medio recibió 14 mil 500 pesos anuales. En una visión a largo plazo, se advierte que, a diferencia de lo ocurrido en Europa, Asia y América del Norte, en nuestro país durante el siglo XX no hubo reducciones relevantes de la desigualdad.
El Informe es enfático al señalar que: “la desigualdad del ingreso en México ha sido extrema durante el siglo pasado y el actual. La participación del 10 por ciento más alto en el ingreso nacional ha oscilado entre 55 y 60 por ciento durante este periodo, en tanto el 50 por ciento más bajo ha tenido una participación constante de entre 8 y 10 por ciento del total…” En la distribución de la riqueza el panorama es aún más grave, ya que mientras que el hogar promedio tiene una riqueza valorada en 833 mil 600 pesos, la mitad más pobre de la población carece por completo de cualquier activo. De hecho, su patrimonio es negativo, es decir, debe más de lo que tiene. Esto contrasta fuertemente con el patrimonio del 10 por ciento más rico que es, en promedio, de 6 millones 561 mil 490 pesos, lo que equivale a 62 por ciento del total nacional.
A nivel de regiones globales, en 2021 las más desiguales son Oriente Medio y el norte de África, seguidos por el África subsahariana y en el tercer puesto de la desigualdad global aparece Latinoamérica. Por supuesto, las regiones menos desiguales son Europa y el este asiático. El mapa de la desigualdad entre países muestra que entre los países ricos algunos, como Estados Unidos, son muy desiguales, mientras otros, como Suecia, son relativamente igualitarios. Lo mismo es cierto para los países de ingreso medio y bajo donde Brasil e India resaltan por desiguales, en tanto que Uruguay y Malasia tiene menores niveles de desigualdad.
Toda esta información muestra que desde 1980 el mundo ha vivido una situación en la que el ingreso y la riqueza se han concentrado sensiblemente, como resultado de políticas de desregulación, liberalizaciones y privatizaciones. Por supuesto, a nivel de los diferentes países la medida en la que ha ocurrido esta concentración difiere. Estas diferencias confirman que la desigualdad no es inevitable. Es una decisión política. Corresponde a los gobiernos definir la política a seguir para revertir la desigualdad y las metas específicas a conseguir. Los Objetivos para el Desarrollo Sustentable lo hacen. Adoptar sus metas en esta materia es fundamental.