Se cumple un centenario del nacimiento de Iannis Xenakis, un arquitecto de la música que sumó la fascinación por las matemáticas y la ciencia de la informática en su creación, con un sonido de metralla y guerra que quedó impreso en sus partituras como una huella indeleble de su biografía personal como combatiente contra el fascismo.
Su obra es una encrucijada de las artes y las ciencias, expresó la Filarmónica de París al anunciar una exposición sobre la obra del creador de la música estocástica y quien el 29 de mayo cumple 100 años de su arribo al planeta, en Rumania, en 1922. “Inmediatamente reconocible, pero en perpetua revolución. Su escritura radical es al mismo tiempo una referencia a la Antigüedad, una oda a la naturaleza y con elementos que son tributo a la modernidad más extrema”, señaló en su página en Internet como parte de las celebraciones, entre ellas una exposición a partir de los archivos personajes de la familia Xenakis.
Alex Ross, crítico musical del semanario The New Yorker, escribió: “Xenakis no puede ser descrito como un artista cerebral. Un maestro de la sensación y la sorpresa, produjo alguna de la música más cruda y salvaje en la historia, sonidos que estallan alrededor de los oídos”. El teórico estadunidense enfatiza que muchos artistas del siglo XX jugaron con imágenes de violencia, y Xenakis, quien vivió entre 1922 y 2001, fue uno de los pocos que experimentaron la violencia en un rango cercano.
Durante la Segunda Guerra mundial el joven Xenakis formó parte de la Resistencia comunista en Grecia y en 1944 fue herido de gravedad en el rostro por un disparo de obús y perdió un ojo. En 1947 emigró a Francia con una sentencia de muerte a cuestas por su activismo político. Pasó gran parte de su vida en París, donde formalizó su interés por la música, pero antes trabajó con el gran arquitecto Le Corbusier y fue con Olivier Messiaen, como su mentor, que abrazó su peculiar estilo de entender la composición orquestal.
Iannis Xenakis nació en Braila, Rumania, como miembro de una familia de ascendencia griega. Desde la infancia emigraron al país mediterráneo, cuna de la civilización occidental. Comenzó sus estudios de ingeniería en Atenas, los cuales tuvo que interrumpir por la ocupación nazi. Aunque finalmente logró concluirlos, tuvo que huir a París.
La asociación Amigos de Xenakis informó algunas de las actividades para 2022, que incluyen la exposición en la que participa la curadora Mâkhi Xenakis, su hija, que inauguró el 10 de febrero en el Museo de la Música de la Filarmónica de París, donde se invita “al corazón del estudio del artista y su investigación. Sumerge en una verdadera experiencia visual, de luz y sonido”.
La Maison de la Radio, en París, acogió del 6 al 8 de mayo un fin de semana dedicado a la transmisión de obras interpretadas por la Orquesta Nacional de Francia, mientras el Grupo de Investigación Musical INA interpretó en marzo The Legend of Eer, donde el público fue colocado dentro de la orquesta, respetando el deseo del compositor para su obra Terretekorh, durante el concierto de la Orquesta Nacional de Lyon en marzo, en un programa compartido por música de JS Bach.
En Grecia, la Fundación Onassis en Atenas organizará un gran concierto que revisará las creaciones multidisciplinares con un homenaje de artistas de la música electrónica y experimental, además de que la Universidad Kapodistria de Atenas y la Universidad de París 8 preparan un excepcional simposio de cinco días, que incluye conferencias, conciertos y excursiones culturales, las actividades están programadas en Atenas, Nauplia y culminan en Micenas el 29 de mayo, cumpleaños del compositor.
La primera gran obra orquestal de Xenakis fue Metástasis, escrita entre 1953 y 1954. Su música comparte estructuras con sus obras arquitectónicas, por ejemplo, el Pabellón Philips en Bruselas o el convento de Sainte-Marie de la Tourette, situado cerca de Lyon. Su incursión de la llamada música estocástica comenzó en 1954, cuando Xenakis incluyó la experimentación en la composición con la teorías de juegos, de grupos, de conjuntos y álgebra de Boole.
Estudió en el Conversatorio de París entre 1950 y 1952, es alumno de Milhaud, Honeggen y Scherchen. Un tanto incomprendido, es Messiaen quien lo alienta a seguir su personal lenguaje. Griego, matemático, arquitecto y músico, son los atributos a los que lo incitó a desbordar libremente, con partituras que dibujan gráficas y mapas de glissandos.
Alex Ross menciona que el escritor Milan Kundera escuchaba la música de Xenakis obsesivamente en la era soviética en Checoslovaquia, en ella encontraba “el ruido del mundo, una masa sonora, que en lugar de brotar del corazón, venía a nosotros desde fuera, como los pasos de la lluvia o la voz del viento”.