Ciudad de México. Los restos de Arnoldo Martínez Verdugo, el último líder comunista en México, reposan ya en la Rotonda de las Personas Ilustres. Cadetes del Heroico Colegio Militar trasladaron la urna con sus cenizas, engalanada con la bandera nacional, hasta el monumento edificado en su honor, mientras la banda de guerra de ese cuerpo entonaba la diana marcial.
El presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó ayer la ceremonia de inhumación y homenaje póstumo a quien fuera pieza fundamental en el comienzo de la transición democrática del país y la unificación de las fuerzas progresistas. Lo acompañaron el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, y el de la Marina, José Rafael Ojeda; la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y otros funcionarios federales y representantes del Congreso de la Unión.
Nueve años después de su muerte, los restos mortales del pensador y dirigente social están ya en este espacio dedicado a lo mejor de la nación, junto a los de otro emblemático comunista, el líder ferrocarrilero Valentín Campa, luego de que en noviembre de 2019, López Obrador los nombró hombres ilustres mediante decreto presidencial y ordenó su traslado a este sitio.
La escultura que resguarda las cenizas de Martínez Verdugo es un enorme monolito de cantera en el que se tallaron los símbolos del comunismo, la hoz y el martillo, pero con un muy particular anexo, una milpa como elemento de lo nacional y de su constante convicción de mantener al Partido Comunista Mexicano (PCM) independiente de la línea soviético-estalinista.
El mandatario federal destacó dos de las más relevantes virtudes del líder social: su persistencia como precursor de la democracia y su honestidad.
Su viuda, Martha Recasens Díaz de León, fue invitada de honor, y enfatizó: “Arnoldo está aquí por derecho propio, como resultado de su obra, de su trabajo realizado durante casi ocho décadas. Está aquí por su esfuerzo incesante que trascendió fronteras familiares, nacionales e internacionales”.
Entre las decenas de asistentes estuvieron familiares, amigos y sus compañeros de lucha en el PCM y otros movimientos, como el hoy gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha; los hermanos Elvira y Luciano Concheiro, y Pablo Gómez.
El pensador y político nació el 12 de enero de 1925 en la comunidad Los Pericos, municipio de Mocorito, Sinaloa. Sentó las bases en el inacabado proceso de democratización en México y fue uno de los protagonistas en las negociaciones de 1978 que llevaron a la primera reforma electoral del hegemónico régimen priísta, hecho inédito que abrió la puerta de las votaciones a las fuerzas progresistas.
Su compañera de vida saludó la presencia de quienes compartieron la brega por una utopía que hoy aún está por construirse: “Mucho tuvo que ver la labor de Arnoldo para llegar a donde llegamos. Él allanó el camino, su esfuerzo fue nutrido por la convicción inclaudicable de que era posible y necesario cambiar radicalmente la vida”.
López Obrador destacó que al también fundador del Partido Socialista Unificado de México –por el que fue candidato presidencial en 1982– encabezó la transmutación de la izquierda para participar en la vía electoral y democrática, en lo que se empeñó pese a las resistencias de la época.
El proceso, remarcó, no fue sencillo, pues la doctrina clásica del marxismo postulaba que las transformaciones debían darse por la vía armada y no por la electoral, democrática y pacífica. “Lo menos que se decía era que el que optaba por esta vía era un reformista, un pequeño burgués”, expuso. Agregó que al paso del tiempo se ha demostrado que ese camino es posible para lograr un transformación profunda, estructural, radical y sin violencia.
Su honestidad tuvo como base “los valores morales de los antiguos comunistas”, además de que vivió y murió “como un hombre modesto, austero, sin lujos, sin bienes materiales, siempre poniendo por delante los ideales y los principios”.
Al tratar de señalar la larga lista de compañeros de lucha del líder (la cual no acabaría nunca, dijo), mencionó a Carlos Payán, director fundador de este diario. El mandatario rompió la solemnidad del acto al lanzar: “¡Que viva Arnoldo Martínez Verdugo!” Y en coro se escuchó la respuesta: “¡Que viva!”, para después montar una guardia de honor donde reposará “por siempre”.