Ciudad de México. Saúl Canelo Álvarez no conoce otra lengua que la competencia. La conoce y la habla con solvencia, un idioma que implica el esfuerzo arduo por tratar de ser el mejor e imponerse retos, no importa si en el camino se le cruza alguna derrota, como recién le pasó cuando quiso triunfar en los semipesados.
A principios de mayo, el ruso Dmitry Bivol lo venció por decisión unánime con una estrategia a medio camino entre la inteligencia y la fuerza. El segundo revés en su carrera, que, sin embargo, no le dejó la moral demolida.
“Desafortunadamente perdimos”, pluraliza la derrota, “pero eso no quiere decir que no lo voy a intentar otra vez. Lo importante es la perseverancia, yo soy una persona muy perseverante y vamos a hacerlo de nuevo”.
Y antes de que crezca la duda, Canelo adelanta que la siguiente pelea será contra su antiguo rival, el kazajo Gennady Golovkin, con quien sostendrá un tercer combate en septiembre. También, por si hiciera falta, advierte que queda pendiente la revancha ante Bivol.
“Lo seguro es que regresamos en septiembre”, aclara Canelo; “ya teníamos ese contrato; tenemos que seguir lo que empezamos y esas son las dos peleas más importantes en el boxeo: la de Golovkin y la revancha con Bivol.”
Perder es una sensación que conoce en dos episodios amargos. El primero ante el taimado Floyd Mayweather, cuando Canelo aún era una joven promesa que aprendía el oficio. El segundo, este reciente tropiezo, con un Saúl maduro y en la cúspide del éxito, pero que no pudo ante un peleador más grande que sacó todo el provecho a esa superioridad.
Si en la categoría supermediana, donde conquistó los cuatro cinturones de campeón, no había nadie más que pudiera derribarlo del trono, Canelo pensó que podría hacer lo mismo un peldaño más arriba y subió a la división semipesado. La apuesta no prosperó y tuvo que asimilar la derrota.
“A nadie le gusta perder”, repite el pelirrojo; “es un sentimiento muy feo, pero hay que tener valor para reconocerlo”.
Canelo no sólo es un hito en el éxito deportivo mexicano. Pocos en este país han alcanzado una cima de popularidad internacional semejante a la del tapatío, quien además de la habilidad en el pugilismo, también ha dado señas de saber moverse en otros campos. Por ejemplo, en el agua de los tiburones mercantiles. Los negocios son otra división en la que quie-re triunfar.
Y fiel a su instinto depredador en los terrenos que exigen la máxima competencia, el pelirrojo se ha obsesionado con el golf. Cuando no trabaja de manera disciplinada en el gimnasio de boxeo, aprovecha el tiempo jugando en los verdes campos de ese juego calmo.
“Tengo la iniciativa de apoyar el talento en diferentes ramos y este torneo es para impulsar a los mexicanos, sacar cualidades y que haya más campeones internacionales en nuestro país”, resume.
Estas declaraciones las hizo durante la presentación del torneo No Golf, No Life, paráfrasis de su marca No Box, No Life. Una competencia benéfica realizada ayer en el club Bosque Real, la cual buscará apoyar a jóvenes promesas, porque está convencido que este país desborda de gente con cualidades a la que hace falta impulsar.
“Cuando empecé en el deporte no tuve apoyo, sé lo que se siente no tenerlo”, recuerda Canelo; “por eso quiero brindar lo que pueda para el golf o el boxeo, para que los niños tengan oportunidades de crecer y realizar sus sueños”.