Tras la Palma de Oro obtenida en 2017 con The Square, el director sueco Ruben Östlund retorna a ajustar cuentas con la sociedad occidental con su hilarante Triangle of Sadness, cuyo estreno mundial en el Festival Internacional de Cine Cannes fue ovacionado de pie durante varios minutos. En esta ocasión, lo hace a bordo de un barco de lujo, comandado por un capitán alcohólico (Woody Harrelson). Su arma favorita, la sátira estridente cargada de sarcasmo virulento, con proporciones masivas de una ficción de dos horas y media, muy explosivas. Es el retrato paradójico de una sociedad compuesta por individuos, con evidentes desigualdades sociales y políticas, en medio de una terrible tempestad que transforma el barco en un Titanic lleno de vómito y demás, hasta las últimas consecuencias.
“La creatividad no debería estar atada al dinero. Tendría que ser independiente, ya que es la riqueza inherente que poseen los seres humanos”, afirmó ayer un complacido y sonriente Östlund, en entrevista para La Jornada.
Una de las favoritas a la Palma de Oro
Triangle of Sadness, coproducida por la mexicana Piano, es hasta ahora una de las películas con mayores posibilidades de obtener la prestigiosa Palma de Oro.
–¿Por qué consideró el humor como el mejor enfoque para retratar los diferentes temas sociales y políticos en su película?
–No creo que sea siempre el mejor enfoque, pero recientemente me ha interesado. Michael Haneke lo expresó mejor: “La única forma verdadera de describir el mundo actual es la farsa”. Cuando hice la cinta, me propuse que no fuera una obra de cine de autor. Pensé: “¡Vamos, somos humanos! Hablemos de las cosas como lo haríamos en una mesa”. Me inspiré en la cinematografía europea de los años 70, sorprendente y entretenido al mismo tiempo. Quería combinar lo mejor de éste con lo mejor del estilo estadunidense, dar al público una razón para salir de casa e ir al cine.
–¿Por qué le inspira tanto el tema de la injusticia social? ¿Tiene alguna conexión personal con éste? ¿Cómo se ve involucrado en él?
–Me crié con una madre que se hizo socialista y comunista durante los años 60, con el movimiento de izquierdas en Europa. Ella siempre hablaba de sociología y de las teorías marxistas. Mi hermano, en cambio, se sumó a la derecha conservadora, así que estoy acostumbrado a las fuertes discusiones sobre estas dos ideologías. Creo que hay gente buena en toda la estructura de clases. Si quitamos la política, nuestro lado civilizado, y el socialismo, se producirá la desigualdad.
–¿Cuál fue la reacción de Woody Harrelson ante el personaje que tenía pensado para él?
–Le encantó. Quiere estar en la película que estoy desarrollando. Recuerdo que lo llamé y le dije: “Tengo una cinta que empieza en el mundo de la moda con una pareja de modelos que va a un yate de lujo. A bordo hay gente muy rica, un capitán marxista y una escena en la que todo el mundo está vomitando durante una tormenta y, en estado de ebriedad, el capitán lee el Manifiesto comunista a través del sistema de altavoces”. Él respondió: “¡Por supuesto que quiero hacer eso!”
Política de identidad
–Sobre la inversión de roles que se ve constantemente en sus películas, ¿En que modo le permite esto transmitir su punto de vista?
–Creo que es muy importante debido a esta política de identidad, presente en el debate público. La representación es definitivamente importante para crear un nuevo modelo de conducta, y tenemos que ser capaces de separar y discutir las razones que hay detrás de las cosas. La política identitaria puede tener dos pensamientos al mismo tiempo.
–En cuanto al elemento de exageración presente en la película, ¿cómo consigue equilibrarlo con el humor y la credibilidad?
–En cuanto a ese equilibrio, creo que fue interesante el retrato de la oligarquía. Me pareció que el mejor enfoque era moldear el personaje del ruso de manera que fuera percibido por el público como simpático y cálido, lo cual también intenté con la pareja fabricante de armas.
–¿Está de acuerdo con que la experiencia cinematográfica respecto de Triangle of Sadness está irónicamente ligada también a esa idea: con gente de menores recursos riéndose de los ricos durante dos horas y media?
–Sí, exactamente. No quisiera que mi cinta provoque una revolución –ni siquiera estoy seguro de creer en este concepto–. Lo que quiero es crear un cierto tipo de conciencia y hacer que nos cuestionemos a nosotros mismos. Quiero que la gente rica cuestione también la película, que ésta cree un espacio para el debate.
–En cuanto al público, ¿crees que para llegar a una mayor audiencia debe hacer más explícitos los mensajes de sus películas?
–Quizá sea cierto. Para llegar al público las películas deben ser explosivas. Para mí, es muy importante mantener la audiencia con la que ya he tenido una conexión. En Triangle of Sadness sólo hice lo que me pareció divertido, sin tener realmente en mente las ideas del público. De todas formas, a veces no me importa la reacción de la gente.
–Durante una escena específica de la película, se hace referencia a al ceño del protagonista como el “triángulo de la tristeza”. ¿Qué lo llevó a elegir esto como título?
–Decidí que me gustaba desde el principio, por supuesto hubo muchas discusiones que llevaron a que fuera la decisión final. Para mí, tenía sentido en varias formas: El triángulo amoroso que se crea en la isla, la forma en sí misma siendo un símbolo de jerarquía, y la estructura de la película que consta de tres actos principales.