Ciudad de México. Para cualquier desafío debe haber propuestas de solución, incluso si se trata de dinero. Detenerse por falta de recursos “es pensar chiquito”, asegura David Kershenobich Stalnikowitz, quien durante los últimos 10 años dirigió el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), centro de referencia nacional y situado entre los mejores hospitales del mundo.
Médico e investigador, especialista en el estudio del hígado, se prepara para concluir su ciclo en la dirección el próximo mes y mientras el proceso de selección del nuevo titular del Instituto de Nutrición –como generalmente se conoce a ese centro médico– está en curso. Kershenobich acepta la entrevista con La Jornada para comentar algunas de sus experiencias.
Da cuenta de la creación de la Unidad de Propiedad Intelectual y resalta el desafío –“bienvenido”– de la gratuidad de los servicios. Para el INCMNSZ, las cuotas de recuperación representaban 50 por ciento de sus ingresos. Además, ya cuenta con 80 por ciento de los medicamentos que también se entregan a los pacientes sin costo alguno.
A continuación, la conversación con La Jornada.
–¿Qué pasó en estos 10 años?
–Ha sido una gran experiencia en un instituto que ya tiene 76 años y un camino establecido. Me permitió entender las redes y hechos que, como clínico e investigador, no se ven, pero que se han entrelazado para dar al instituto la solidez que tiene en calidad de los servicios.
“Las tres misiones de atención médica, investigación y enseñanza, están centradas en los servicios con calidad para los pacientes. Desde la dirección se ve todo de manera conjunta y los cambios que ocurren con el transcurso del tiempo.”
–¿Qué opina de que las personas que cuando enferman quieren venir a Nutrición?
–Nos provoca una gran satisfacción y también es inquietante la gran demanda de servicios. De por sí, la ocupación promedio es de 90 por ciento. Debemos encontrar el equilibrio entre atender mejor y recibir una mayor cantidad de personas.
“Algo hemos logrado porque en los últimos dos años, la revista Newsweek seleccionó al INCMNSZ dentro de los mejores hospitales del mundo, por la calidad de sus servicios.”
–Además de la pandemia de covid-19, ¿cuáles han sido los desafíos que le tocaron?
–El sismo de 2017 causó daños y obligó a reubicar a los pacientes en un solo piso. Después vino la pandemia. El INCMNSZ se convirtió en hospital covid. Hubo que encontrar una alternativa para atender a quienes dejaron de asistir a consulta.
Tecnología para atender a pacientes
Kershenobich refiere el impulso que se dio a la telemedicina y cómo el desafío de la pandemia fue útil para aprovechar los desarrollos tecnológicos. Algunos que ya estaban y crecieron, como la telemedicina, y otros que vienen con la inteligencia artificial.
El INCMNSZ ya cuenta con una base de datos de 15 mil personas. Lo que sigue, dice el director, es aumentar la capacidad de atención y que los pacientes no tengan que hacer largos recorridos si se puede hacer una videollamada.
“Es posible hacer el monitoreo de varios indicadores sin necesidad de ir al hospital: medir la glucosa y transmitir el resultado por el teléfono celular. También, medir el fondo de ojo y un electrocardiograma con el mismo dispositivo.”
La tecnología, agrega, debe usarse en beneficio de los enfermos y así atender a más personas, señala el especialista que en cada área ha visto una oportunidad de mejora. Esto forma parte de los nuevos modelos de atención puestos en marcha por el instituto.
–¿Qué pensó cuando le dijeron que los servicios serían gratuitos?
–Fue otro desafío excelente. Beneficia a los pacientes, y con las medicinas gratuitas podrán superar sus enfermedades.
–¿Qué porcentaje de los ingresos representaban las cuotas de recuperación?
–Casi 50 por ciento, pero se tenía que solucionar. Así fue y será en el futuro. Siempre he visto a muchos enfermos que no pueden pagar. Mi deseo era que llegara el día en que no tuviera que cobrarle a nadie. Estoy feliz por eso, y sí se requiere el dinero; hay que negociarlo.
–¿Fue un reto la limitación de recursos económicos?
–Para cualquier reto lo importante es tener propuestas. Eso nunca ha detenido al instituto. Hay carencias y falta más, es cierto, pero quedarse en lo económico es pensar chiquito.
“En estos 10 años creamos una Unidad de Propiedad Intelectual y Desarrollo Tecnológico. Ya hay medicamentos y equipos patentados que potencialmente son otras fuentes de ingresos y coadyuvan con la sustentabilidad del instituto.
–¿Qué tipo de innovaciones se lograron?
–En la pandemia de covid-19 desarrollamos un ventilador que ahora vamos a certificar. El propósito de las patentes no es el negocio, sino que sean de utilidad para los pacientes. Con el coronavirus también hicimos máscaras para una mejor oxigenación; son máscaras de buceo que se adaptaron. Otros son productos nutracéuticos (contienen componentes de alimentos funcionales) útiles para personas con diabetes o quienes tienen problemas para deglutir.
Sustentabilidad, objetivo
–¿Todo sirve para hacer frente a las limitaciones presupuestales?
–Es que no me puedo quedar con que si no me dan, no hago nada. La sustentabilidad debe ser una meta, y el INCMNSZ ha encontrado la manera de conseguirla. A otros les toca juzgar lo que se ha hecho, pero está claro que nunca hemos dicho que bajamos la cortina porque no tenemos.
–O dejar de recibir pacientes…
–No. La gente se enferma y el instituto tiene la responsabilidad con la alta especialidad que todos podemos necesitar. Más de 70 por ciento de nuestros pacientes tiene, cuando menos, tres patologías: diabetes, obesidad, daño renal o falla cardiaca. Con los años se acumulan las enfermedades.
–¿Ya cuentan con las medicinas gratuitas?
–Vamos con un avance de 80 por ciento de la necesidad. Nos adaptamos a un sistema de recetas. Es un proceso y ojalá permanezca.
–¿Cómo va la nueva torre de hospitalización?
–Ya está la estructura y se adjudicó el contrato para el equipamiento con recursos del Insabi. No aumentan las camas, sino que tiene el potencial de crecer en los siguientes 50 años.
A Kershenobich no le interesan los números. No ganamos por cantidad de cirugías. Aquí hacemos un trasplante de hígado cada semana y no lo estamos anunciando. Ya son 502. Un trasplante puede durar seis a ocho horas; en ese tiempo podría hacer seis cirugías de apéndice. La numeralia no es lo importante.