Repensar la identidad, la pertenencia y la memoria es la propuesta de la exposición Mosaico genético en México: Una mirada desde las artes, que reúne obras creadas desde la experiencia de hacer un estudio genómico a más de 50 artistas. La muestra invita a explorar sus reflexiones, debates e implicaciones de dar acceso a la información genética.
“Fue un proceso entre los artistas participantes, científicos y antropólogos pensar qué significaban estos resultados. Muchos realizaron piezas colectivas y algunos se salieron de su disciplina para crear nuevas obras”, detalló en entrevista la directora artística de la exhibición, Minerva H. Trejo.
“Artistas como el músico César Juárez –agregó el director de comunicación Alejandro Ortiz–, quien se presentó cuatro días antes de la inauguración para instalar su mandala de semillas de diferentes maíces y mijo; así representó su mosaico.”
Sandra Romero, quien llevó la dirección científica, precisó que en los resultados “cada región está representada por un color; lo que vemos en las estimaciones es una rueda policromática que tiene ciertos porcentajes relacionados con los territorios marcados con diversos colores.
“Cuando comparas la variación de un individuo de otros orígenes se va viendo qué tanta afinidad hay con la muestra (de saliva). Sí la hay; quizá podría haber un ancestro común de muchas generaciones atrás, pero no es preciso. Todos los humanos compartimos 99.9 por ciento de nuestra información, sólo 1 por ciento tiene variación, pero, aunque parezca poco, esas son las variaciones que se van degenerando, por generaciones, para adaptarse al medio.
“Para este análisis, usamos bases de datos públicas o de proyectos de investigación. Son alrededor de 5 mil personas, que no son de todos los orígenes geográficos posibles, pero sí tienen una riqueza y representación del territorio mexicano. Hay poblaciones de Europa, África, Asia, en el sur y en el este; de Siberia y de América”, continuó Sandra Romero.
La también investigadora del Instituto Nacional de Medicina Genómica explicó que “la exploración genética apenas tiene 20 años y se ha desarrollado muy rápido. Hace poco se identificó la totalidad de la secuencia del genoma humano y ahora se puede acceder a él de manera fácil, barata y rápida. Esto no sólo ha favorecido a la ciencia, sino que también ha sido aprovechado por empresas que ofrecen servicios genómicos al público con campañas que te dicen ‘quién eres’ y ‘de dónde vienes’.
“En México apenas están surgiendo estas aplicaciones; sin embargo, esa oferta no es tan confiable aún. No es alertar a las personas sobre las compañías, no está mal, pero es importante saber que al dar una muestra tu información entra a una base de datos y puede ser usada para diferentes finalidades.
“En Estados Unidos hay casos de crímenes que se han resuelto haciendo genealogías, así van identificando parientes para detectar al individuo, y aunque parece algo positivo, realmente no se consintió. Hay muchos dilemas éticos que requieren ser discutidos y meditados.
“Para cada persona, la identidad no está determinada por la genética, sino por muchos factores: familia, comunidad, país o intereses. Para mí, la pieza roja de Leonel Sagahón lo refleja: somos un entramado complejo de muchas líneas ancestrales.
“Esta fue una manera de hacer que la información científica especializada sea accesible y, en su conjunto, reflexione sobre lo que implica”, concluyó Romero.
Se trata –añadió Minerva H. Trejo– de “usar este conocimiento científico y los saberes como fuentes de transformación social; considerar, desde los conceptos mismos, qué es la identidad, qué es ser mexicano; si todos somos migrantes o venimos del mismo lugar; si estamos hechos de lo mismo.”
Alejandro Ortiz afirmó “que la identidad es una construcción, pero también una decisión como dice Yásnaya (Elena A. Gil), lo primero es eso, tú puedes autoadscribirte. Podrías nacer en la región mixe de Oaxaca, pero autoadscribirte zapoteca. La autoadscipción es ahora un concepto fundamental en las luchas por las autonomías.
“Yásnaya lo ha puesto en el centro: ya no es como decían los zapatistas: ‘Nunca más un México sin nosotros’, sino ella pregunta: ‘¿Y si existiera un nosotros sin México?’ El concepto de México tiene 300 años, pero los indígenas llegaron mucho antes. Nos sentimos obsoletos y anacrónicos ante los discursos nacionales que se traducen en políticas públicas.
“No es gratuito que sea un proyecto colectivo –recalcó el también poeta–, también es un posicionamiento, que prioriza la colaboración, con una decidida intervención multidisciplinaria y multitudinaria. Eso es lo relevante ante la construcción del ego del artista y del científico. Por ende, llevamos cuatro años buscando reivindicar el ‘nosotros’.”
Para Minerva, “la idea es ver cómo se conjugan ciencia y arte, no sólo conceptualmente, sino técnicamente. Es un pretexto para imaginar otro futuro, desde una visión dónde todo se complementa y nuestras diferencias hacen que seamos una especie rica y variada”.
Con la curaduría de Doreen Ríos, la muestra Mosaico genético en México: Una mirada desde las artes, permanecerá hasta el 14 de julio en el Museo de la Ciudad de México (Pino Suárez 30, Centro Histórico) con un costo de 38 pesos la entrada.
En la exposición participan Adán Paredes, Adriana Grimaldo, Alantl Molina, Patricia Martín, Alfredo Muñoz, Alma Priscella Uvalle, Antonio Calera-Grobet, Demian Flores, Enzia Verducci, Guadalupe Nettel, Astrid Velasco, Berenice Guraieb, Brisa Vázquez, Catalina Cruz y Celia Peniche, entre otros.
Se realizarán actividades por la Noche de Museos del 25 de mayo, así como un taller infantil el sábado 4 de junio a mediodía. Todos los viernes hay visitas guiadas de 12 a 14 horas.