Por la descripción que el cineasta nicaragüense Gabriel Serra hace de su primera película, podría pensarse que se trata de una ficción. “Soñé este pueblo al lado de un río con casitas de tabla, de madera abandonada”, describió. El mito blanco, sin embargo, es un documental acerca de tres familias y sus vidas alrededor de un tren que pasa por una zona del Caribe dentro de las fronteras de Costa Rica.

“Me interesaba hacer un viaje por un país a través de un tren. Me parecía fascinante, visceral, ruidoso, pesado, peligroso. Me encantaba esta idea de poder conectar pueblos en medio de un río escondido, al lado de uno contaminado, y en los lugares indígenas de cafetales, por medio de una película”, señaló Serra en entrevista.

Viajó siguiendo las vías del ferrocarril que había visualizado, y en esa búsqueda, “veo pasar a un señor que va con un saquito blanco (era Janis, el protagonista), sobre las vías de un tren al final de un camino largo”, recordó el documentalista. Decidió ir con él y se encontró con un pueblo como el que se había imaginado. También halló ahí la plantación de cacao de la familia superviviente del afrodescendiente.

Sin cámara, se quedó para conocer mejor la vida de los Howlet, comió y conversó con ellos, conoció sus historias. Janis culpaba al Estado de ese país y a la Banana Fruit Company de haber creado las líneas del tren, además de que sostenía que hubo sabotaje y presión para establecer un mercado basado en el cultivo del plátano en la región.

Serra, además, conoció a otras familias también ligadas a las vías de ese ferrocarril: una formada por nicaragüenses que huyó de los conflictos sociopolíticos de su país, y otra compuesta por indígenas que migraron de su comunidad y fueron orillados a trabajar en las plantaciones de café.

De modo que el nicaragüense optó por utilizar el cine para “conectar con sus raíces, con la permanencia cultural, el amor de las familias y los conflictos más grandes que las mueven y las mantienen vivas, y luchando por sus derechos, sus espacios, por ser reconocidos y habitar un espacio que compartentodos”.

Viaje en tren, el enlace

Condensar todo en una sola película no fue sencillo. “Para mí, la conexión era este viaje en tren, por esos lugares, que enlazara a estas familias, el corazón era eso. Yo juego mucho con el tercer ojo en lo que hago, como que intuyo mucho y sueño, y trato de seguir los sueños que tengo”.

La visión onírica de Serra, inspirada por la sicomagia de Alejandro Jodorowsky, se ve reflejada en su concepción del cine como “un espacio donde los sueños se representan y donde uno, de alguna manera, conecta con la realidad a través de ellos”.

Las tres perspectivas que retrata en El mito blanco también se unen mediante las cargas que los mantienen en el lugar que se encuentran. “Cada familia tiene su propia lucha. Los afrodescendientes tienen la pérdida del cacao, que es como una metáfora del olvido de su propia cultura; los indígenas, el acoso y el miedo hacia el blanco, que extermine su cultura, y, por otro lado, los nicaragüenses repiten su historia política de violencia, como en los años 70, de una guerra y una insurrección, pero todos en un mismo espacio, que es Costa Rica”, detalló el director.

Filmado en escala de grises, el documental también tiene la intención de referirse al privilegio de unos cuantos en el país centroamericano. “El mito blanco es un mito fundacional que nace a finales de 1800 en Costa Rica, cuando debatían los científicos y los políticos cómo iban a construir ese país. Tenían una intención muy clara de traer poblaciones migrantes de Europa para purificar la raza, así nace el mito en ese país”, explicó.

En el documental de Serra, quien estuvo postulado en 2015 al Óscar a mejor corto por La Parka, privan los tonos grises y negros, “el que no existe, el que está fuera de esta película, es el que tiene un privilegio, a diferencia de los que están”, concluyó.

El mito blanco estará disponible de forma gratuita en la plataforma FilminLatino hasta el 2 de junio, a partir de entonces se podrá ver bajo demanda durante dos años.