Tlaxcala, Tlax., Las indígenas discapacitadas experimentamos “discriminaciones aún mayores que nuestras hermanas”, tanto por las instituciones, como por gobiernos; de hombres e incluso en las comunidades, expusieron Olga Montúfar Contreras, presidenta de la Red Regional de Mujeres y Niñas Indígenas y Afrodescendientes con Discapacidad de América Latina y el Caribe, y Rosa María Montano Ullune, de la fundación Untak Misak (Colombia).
En entrevistas por separado, las activistas coincidieron en que enfrentan segregación por ser mujeres, indígenas y discapacitadas. Sin embargo, todo esto, lejos de debilitarlas, asegura, las ha hecho más fuertes y las ha llevado a levantar la voz en defensa de sus derechos.
Montano, quien pertenece al pueblo misak o guambiano, padece osteogenia imperfecta –también conocida como “huesos de cristal”– y expuso que pese a su padecimiento genético, es independiente. “Vivo sola, tengo trabajo, me mantengo, puedo hacer mis oficios diarios, mi rutina de aseo, lavar y cocinar”.
No obstante, para su familia esto fue difícil porque además de ser menor de edad, tenía una enfermedad discapacitante. En la comunidad les decían a sus padres que habían tenido una “niña enferma” debido a algún tipo de maldición y llamó a las familias a no dejar de respaldar a las infantes en estas condiciones.
Montúfar, quien también es titular de la Red Global de Personas Indígenas con Discapacidad y padece esclerosis, dijo que la vida de las mujeres indígenas en esa condición es “compleja. Somos personas que vivimos en interseccionalidad, porque están conjugadas varias identidades. Somos mujeres, originarias y con discapacidad.
“El problema es que las políticas públicas tienen un enfoque estandarizado sobre identidades, es decir, tenemos políticas para las mujeres, para personas con discapacidad y para mujeres indígenas. Nosotras, para ejercer un derecho, tenemos siempre que estar analizando cuando una garantía individual como persona con discapacidad no afecta nuestro derecho colectivo como personas indígenas”.
Al no haber medidas públicas que tengan una identidad con pertinencia cultural y que respete las garantías de las personas con discapacidad, “por supuesto, complica el ejercicio verdadero” de nuestros derechos.
Con la pandemia de covid-19, incluso se afectó a los niños originarios con alguna discapacidad, sobre todo a las niñas, pues limitó la continuación de sus estudios. Las personas en esta condición, “en especial mujeres y niñas, en muchos países somos un capítulo olvidado”.
Celebró que en la consulta regional de la recomendación 39 de la Cedaw hayan asistido cuatro mujeres indígenas discapacitadas: ella, en representación de México, y Rosa María, de Colombia, así como otras de Nicaragua y Puerto Rico.