Madrid. Es la radiografía del horror. Pero también es la dignidad de la resistencia y la solidaridad, la fuerza de la colectividad cuando enarbola la bandera de la justicia y la memoria. El Museo Centro de Arte Reina Sofía alberga una exposición histórica, en la que además de mostrar sin filtros la brutalidad de la violencia y la represión de las décadas recientes en América Latina, también agita con vehemencia la causa del amor y la humanidad frente a la sinrazón de las desapariciones, de las ejecuciones sumarias, de las torturas y las agresiones sistémicas que hacen del subcontinente una de las regiones del planeta con mayor desigualdad y con mayores índices de violencia.
Giro gráfico: Como el muro en la hiedra es una exposición en la que los colectivos populares y sociales de nuestra región traspasaron los muros a veces infranqueables de los museos. Lo hicieron para mostrar, con obra de gráfica popular, con objetos creados al calor del dolor y la violencia, una realidad persistente en América Latina.
Ahí están los desaparecidos de las dictaduras del Cono Sur, la persecución sin tregua contra el pueblo mapuche, la brutalidad sin límites contra el movimiento obrero brasileño, el culto a la muerte contra los movimientos insurgentes de Centroamérica en la década de los 80 o, como símbolo de todo ello, los más de 100 mil desaparecidos en México en años recientes, sobre todo, los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa.
La exposición fue pensada por la Red Conceptualismo del Sur, grupo de creadores, activistas, artistas y agitadores sociales que se resisten a la rendición frente a la constante de los abusos de poder, de las desapariciones, de la represión contra los movimientos sociales.
Debate sobre el espacio público
El director del museo madrileño, Manuel Borja-Villel es uno de los principales responsables de albergar una muestra de este tipo en uno de los principales centros mundiales del arte contemporáneo, gracias a su empeño por transformar y subvertir el concepto clásico del museo, de traspasar los muros para llevarlos hasta los rincones más inhóspitos de la sociedad. Pero siempre con una labor sesuda y rigurosa de museografía, como en este caso, en el que hay un relato, por momentos insoportable por su dureza, en el que se narra la historia de América Latina desde 1960 hasta nuestros días.
“Con esta exposición se abre un debate sobre la percepción del espacio público y el arte callejero, en la que se analizan gráficamente episodios de América Latina, el Caribe o Estados Unidos relacionados con movimientos negros e indígenas. También analiza episodios en Europa, estudiando casos de campañas de denuncia de violaciones de derechos humanos impulsadas por intelectuales”, explicó el director del Reina Sofía, quien resaltó la importancia en la historia contemporánea de la acción gráfica urbana.
La esencia de la muestra es cuestionar los parámetros clásicos del arte y de los museos, y crear nuevos diagramas para generar un nuevo pensamiento, que invite a reivindicar el derecho a la memoria.
Los artistas ni siquiera se asumen como tal: vindican su condición de activistas o de guardianes de la memoria, y las obras de arte o piezas pasan a ser en realidad “casos”.
La mexicana Sol Henaro, quien se encargó de la coordinación de una parte de las redes y colectivos de nuestro país, explicó a La Jornada: “Lo que más me sorprendió de la Red fue la puesta en común de casos y pensar desde el presente cómo el pasado reverbera.
“La exposición produce un escalofrío al ver la vigencia y los vasos comunicantes tan terribles que hay entre los contextos y las épocas, en los que se señalan hechos tan brutales en una llamada a no repetir ese cuaderno sordo.”
Entre esos hechos están desde el movimiento zapatista, las casas y albergues para huérfanos de El Salvador, los movimientos de las madres que buscan a sus hijos desaparecidos o los movimientos obreros en Brasil.
Respuesta a la opresión
“Nos interesa revisar los momentos de opresión y de violencia que se han vivido en Latinoamérica y cómo ha respondido la práctica artística a todo ello. Aunque es muy dura, creo que también hay mucha belleza dentro de la brutalidad. Si vamos al caso de Ayotzinapa y vemos los papalotes de Francisco Toledo, ahí hay belleza, porque son un gesto poético de honrar y de convocar el cielo con la tierra a través de la cometa y la cola”, añadió Henaro, e insistió en que el “horror está en lo que se señala o se apunta, pero no en la imagen como tal, en las que hay una poética simbólica, de signos como un acto de memoria y de resistencia anónimos. Además, hay amor y afecto en la elaboración de las cosas”, añadió Henaro.
Cristina Híjar, también mexicana y parte de la Red, añadió que “es una manera nueva de mostrar los dolores, las frustraciones, las impunidades, pero también los relatos con historia, como lo que hace el colectivo mexicano Puentes Rojas, que decidió personalizar y dar identidad a cada muerto por la guerra absurda que se vive en México”.
Alfredo López Casanova es un artista mexicano que participa tanto con una serie de grabados sobre el caso de Ayotzinapa y la caravana de migrantes, como en un trabajo colectivo en el que se muestra las huellas de los zapatos de personas que escribieron una carta en la que expresaron sus sentimientos ante la búsqueda, casi siempre infructuosa, y se estampó una parte de esas palabras en la suela del zapato.
“Es una manera de mostrar ese camino, casi siempre doloroso y frente a todo tipo de adversidades.”
La exposición se podrá ver en Madrid hasta el próximo 13 de octubre, y de ahí se prevé que viaje por América Latina, con primer destino ya decidido en México.