Las recientes revelaciones de que el ex presidente Donald Trump consideró lanzar misiles contra territorio mexicano, supuestamente para atacar a los centros operativos de los cárteles en el país, no sólo demuestra su desequilibrio mental, sino también la precariedad de las relaciones entre Estados Unidos, México y América Latina. Según el nuevo libro del ex secretario de la Defensa estadunidense, Mark Esper, en su último verano en la Casa Blanca, Trump comentó que si atacamos a los laboratorios ilegales de la droga en México “nadie sabría que fuimos nosotros”.
Esper, quien fue despedido en el otoño de 2020, ocultó las ideas absurdas y belicosas de Trump para incluirlo en su libro que se publica este mes. No obstante, fue obvio que durante su presidencia Trump formuló muchas propuestas absurdas, incluyendo la inyección de cloro para curar el covid, que México pagaría por el muro en la frontera, que los molinos de viento causaban el cáncer o que él ganó las elecciones de 2020, entre otras.
Es fácil descartar las declaraciones de Trump como las de una persona desquiciada. Pero el ex presidente no es la primera figura pública o funcionario de la nación vecina que ha hecho declaraciones absurdas sobre México. Un breve repaso de las últimas décadas resalta que en 1978 el director de la CIA William Colby aseguró que México representaba una mayor amenaza para Estados Unidos que la propia Unión Soviética. Planteaba que México, con una población de 120 millones de mexicanos y mexicanas y sin armas nucleares como las soviéticas, representaba una amenaza existencial para su país. Bajo tales condiciones, según Colby, una muralla sería inútil y la patrulla fronteriza no “tendría suficientes balas para detener a los inmigrantes”. Durante los 80, el senador republicano de Carolina del Norte, Jesse Helms, un racista y xenófobo, utilizaba el comité de relaciones extranjeras como plataforma para, continuamente, atacar a México. El Pentágono también se unió al debate y en 2008 manifestó que Estados Unidos debería prepararse para la inevitabilidad de que México sería un estado fallido, donde sus instituciones estaban al borde del colapso, lo cual promovería una gran ola de inmigrantes. Según el reporte, el caos que se avecinaba en México obligaría una respuesta militar por parte de Washington. Aunque no propuso balacearlos, en 2009 el intelectual Samuel Huntington, profesor de Harvard, llegó a la misma conclusión que Colby, asegurando que la presencia de inmigrantes latinos produciría la balcanización estadunidense fragmentando la identidad del país. Diversas figuras e instancias políticas prepararon el terreno para que Trump emitiese sus declaraciones racistas cuando al anunciar su candidatura en 2015 aseguró que México sólo enviaba a violadores y criminales.
A pesar de sus declaraciones ofensivas, la política de Trump, no alteró fundamentalmente las relaciones entre los dos países. Sin duda, su administración agravó las condiciones para los inmigrantes y condicionó el envió de tropas mexicanas a ambas fronteras para reducir el flujo migratorio. No obstante, en sus primeros tres años como presidente, Barack Obama deportó a 1.8 millones de personas, Trump a 800 mil. El republicano exigió y logró una renegociación del Tratado de Libre Comercio, pero el nuevo T-MEC, que reemplazó el TLCAN, no implicó un cambio trascendental. Las relaciones entre ambos vecinos siguen siendo similares–independientemente de quién ocupe la Casa Blanca.
Con la elección de Joe Biden el año pasado, muchos anticipaban grandes cambios en las relaciones entre México y Estados Unidos. Pero Biden promueve la misma política que Trump, en especial cuando se refiere a la inmigración y la supuesta guerra contra las drogas. La vicepresidenta Kamala Harris dijo en Guatemala en 2021 a los inmigrantes de Centroamérica: “No vengan.” Frase que volvió a repetir el secretario de Seguridad Interna, Alejandro Mayorkas, el primero de mayo de este año, al decir de nuevo: “No vengan.” Biden se niega a promover una reforma migratoria integral como lo prometió durante la campaña. Aún mantiene la política de “Permanecer en México”, donde los que solicitan asilo no puede entrar al país, y aunque ha indicado que pretende eliminar el llamado “Título 42” impulsado por Trump, y que implica la deportación inmediata de los inmigrantes, aún no lo ha hecho. Mas allá de la inmigración, no se han producido cambios en la fallida y mal llamada guerra contras las drogas y las relaciones económicas, basadas en la asimetría aún persisten. Lo único que ha cambiado en Washington es el tono público que se utiliza al hablar sobre México.
La relación de Estados Unidos con México se repite en su trato hacia América Latina. Biden propone una Cumbre de las Américas en Los Ángeles durante la primera semana de junio de este año, pero se reserva el derecho sobre a quién invitar, excluyendo a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Estados Unidos opera bajo la premisa de “quien paga manda”. Biden no propone lanzar misiles o tratar de tirar la piedra y esconder a mano como planteó Trump. Más bien, las acciones de Biden son otro ejemplo de que nada ha cambiado, la relación entre Estados Unidos y México, y más allá, con América Latina, sigue siendo business as usual, más de los mismo.
* Twitter: @migueltinkersalas, Departamento de Historia, Pomona College // * @victorsilverman, Fulbright/García Robles Cátedra de Estudios de EU, ITAM