A lo largo de los años, distintos inquilinos de la Casa Blanca –que al final de cuentas resultan lo mismo, sin importar el partido político al que pertenezcan– se han “comprometido” para “resolver” el tema migratorio con México, aunque en los hechos tardan más en anunciarlo que en incumplirlo, toda vez que sólo forma parte de la retórica oficial, mientras el problema se agudiza. Con todo, millones de paisanos, y contando, se han instalado allende el Bravo sin esperar que un día, lejanísimo por lo visto, el gobierno gringo cumpla su palabra.
El presidente López Obrador no quita el dedo del renglón, pero como en tantas ocasiones previas, la “respuesta” no llega. “Vamos a seguir insistiendo en que se cumpla ese compromiso de la regularización de nuestros paisanos, siempre defendiéndolos, porque son mujeres, hombres excepcionales. Todos los migrantes del mundo tienen algo excepcional, todos, entonces, merecen respeto, apoyo, desde luego no permitir que sean discriminados, maltratados y en eso estamos constantemente. Y no vamos a permitir que en las campañas para supuestamente ganar votos se desaten cuestionamientos a migrantes mexicanos; no aceptamos la xenofobia, el racismo, y si un partido, candidatos, pensando que si hablan mal del mexicano van a sacar votos, pues nosotros desde aquí vamos a denunciar esos hechos para que nuestros paisanos de allá sepan quién es quién”.
En paralelo, el canciller Marcelo Ebrard denuncia que en Estados Unidos “se mantienen políticas migratorias del siglo pasado para enfrentar la migración y existe una corriente supremacista y tóxica que sabe que las economías norteamericanas necesitan de los migrantes para prosperar, pero que al mismo tiempo quiere detener la migración. Necesitamos pasar a una situación distinta, y creo que es factible”. Bien, pero el punto es que esto no avanza, porque los gringos no tienen la menor intención de resolver el punto. Por lo mismo, los paisanos siempre están a la defensiva, porque en cualquier momento se intensifica la persecución en su contra, especialmente en tiempos electorales. De ello da cuenta una encuesta del Pew Research Center, entre cuyos resultados se citan los siguientes. Va, pues.
La deportación sigue siendo una preocupación importante. Alrededor de la mitad de los latinos inmigrantes (51 por ciento) responde que le preocupa mucho o algo la deportación, una proporción más alta que entre los latinos nacidos en Estados Unidos, 28 por ciento de los cuales tiene la misma preocupación.
Entre los inmigrantes latinos, las preocupaciones sobre la deportación varían ampliamente y están relacionadas con el estatus migratorio. Casi ocho de cada 10 que no son ciudadanos estadunidenses y carecen de una tarjeta de residencia reconocen que les preocupa mucho o algo la posibilidad de que ellos mismos o alguien cercano a ellos sea deportado. Este es un grupo que probablemente está en el país sin autorización. Mientras tanto, a 53 por ciento de los inmigrantes que no tienen ciudadanía estadunidense pero tienen una tarjeta verde le preocupa esa misma posibilidad.
Las preocupaciones sobre la deportación entre los latinos cambiaron poco en el transcurso de la pandemia de covid-19 y durante la transición de la presidencia de Donald Trump a la de Joe Biden. En diciembre de 2019, 44 por ciento de los adultos latinos reconocieron su temor a ser expulsados (ellos directamente, familiares o amigos), una proporción ligeramente más alta que en 2021. De igual forma, 76 por ciento de las personas sin ciudadanía estadunidense o tarjeta verde se pronunciaron en tal sentido, una proporción similar a la de 2021.
El temor a la deportación se da más entre los latinos de 18 a 29 años que entre aquellos de 50 a 64 años y mayores de 65. Quienes al menos tienen un diploma de escuela secundaria son más propensos que aquellos con algo de educación universitaria. Más sensibles aún son aquellos con un ingreso familiar total inferior a 30 mil dólares al año que aquellos con uno de 80 mil dólares.
Pero los gringos se niegan a dejar atrás sus “políticas migratorias del siglo pasado”.
Las rebanadas del pastel
Dice el embajador Ken Salazar, ajonjolí de todos los moles, que “se negocia” la presencia del presidente López Obrador en la Cumbre de las Américas, y “mantengo la esperanza” de que ello suceda. Bien, pero no hay nada que negociar: participación plena (las 35 naciones del continente) o la reunión está condenada al fracaso. Así de simple.