Cannes. Dalva, primer largometraje de la francesa Emmanuelle Nicot, lanzó un órdago ayer en la Semana de la Crítica de Cannes con una historia de incesto y reconstrucción interpretada con dramatismo por una chica de 12 años.
La película arranca con golpes en la puerta: la policía irrumpe en un apartamento para llevarse al padre, que vive en permanente huida con su hija, Dalva, a la que pide que se vista y maquille como una mujer.
Dalva grita, se debate, y lanza: “no es su culpa, yo estoy con él porque quiero”.
A partir de ahí empieza un descenso vertiginoso por los meandros del deseo y el control sicológico, que Nicot conduce con la cámara pegada al rostro de la chica, sin dar pausa al espectador.
La directora necesitó cuatro años y medio para elaborar esa historia compleja, en la que la violencia sexual no aparece en ningún momento, y sí un doloroso proceso de reconstrucción emocional para Dalva (Zelda Samson).
Para documentarse, Nicot visitó un centro de acogida de niños maltratados en el oeste de Francia.
“Lo que me conmovió fue que conocí a muchos niños que habían sido extraídos de sus familias por maltrato evidente, y que continuaban aferrados a ellas, contra la justicia”, explicó la directora.
Reaprender a vivir
Dalva es internada en uno de esos hogares, donde deberá aprender a vestirse de forma normal, a dejar de pintarse los labios, a convivir con chicas de su edad. Todo bajo la supervisión de un joven educador (Alexis Manenti) que debe navegar entre la disciplina y el cariño.
Zelda Samson tenía 11 años cuando vio el anuncio de casting y pensó en presentarse, con la autorización de sus padres.
Y sin embargo, asegura que no quiere ser actriz, sino astrofísica.
“Ya está hecho, hay otras cosas en la vida”, explicó.
Pero reconoce su emoción al ver la película por primera vez en Cannes.
Su interpretación recuerda a la de otras jóvenes que deslumbraron en Cannes, como Émilie Dequenne en Rosetta (1999).
Con el ceño permanentemente fruncido, la mirada hosca, Dalva se escapa una y otra vez del hogar en busca de su padre.
El momento de la verdad llega con el rencuentro en la comisaría.
“Durante mucho tiempo, el padre no existía” en el guion, reconoce Nicot. “Pero me topé con un muro, porque Dalva vive en una negación tan poderosa que me dije que sólo un encuentro con el padre podía sacarla (de esa negación)”, explicó.
“Para mí, los monstruos no existen. Él es un hombre que ama a su hija. Mal, pero la ama”, indica.
Para Zelda, interpretar esa escena desgarradora con el actor Jean-Louis Coulloc’h supuso también el momento clave, en el que “se metió” en la piel de Dalva.
“Emmanuelle me pedía que para esa escena mostrara cólera, pero en realidad sólo alcanzaba a estar triste”, explicó la joven.
“Sí, yo podría ser amiga de Dalva. Me gustaría ayudar a alguien así”, concluyó.