Después de 45 años de compositor independiente, sorteados desde la austeridad, “con los recursos de la miseria” en los mundos de la música y la literatura subterráneas, para Arturo Meza (Ciudad de México, 1956) en la industria cultural contemporánea hay “ausencia de creatividad” debido a la búsqueda de la popularidad inmediata. Esto, considera, excluye a los talentos que “verdaderamente aportan” a la sociedad.
La reflexión de Meza –referente del rock nacional entre las décadas de los 70 y 80– se da con motivo de la conmemoración de su trayectoria, que este sábado se llevará a cabo en el teatro Metropólitan con el sinfónico Corazón florido. Repasará sus cerca de 40 discos, desde No vayamos a irnos sin el mar (1984) hasta Constelaciones (2020), incluida Suite Koradi (1985), una de sus obras más reconocidas, casi todas publicadas bajo su sello, Gente de México.
En entrevista, el también poeta y novelista criticó la mediatez de las nuevas producciones, y señaló: “Antes no era eso, trabajamos con otros ritmos e intenciones. Las cosas no eran tan esporádicas, eso de buscar la fama momentánea. Me gustaba mucho entender cómo hacer una buena obra y no cómo posicionarme con una canción. Era lograr que eso hiciera sentir algo, no algo que no te hiciera sentir”.
Como lo hizo Rockdrigo
La difusión de su trabajo sonoro la llevó a cabo como “músico de a pie” y con recursos muy limitados: tocando su guitarra y armónica en las calles, “como lo hizo el mismo Rockdrigo González”, vendiendo de mano en mano casetes con su música hasta en salones de clases, métodos que replicó con su prosa.
“Entonces te va conociendo la gente y al rato ya hay una huella. Cinco años después saben quién eres, sin necesidad de la radio y la televisión, pero (vas creando) sin los fondos suficientes, es decir, con los recursos de la miseria; el uno por uno con la gente”.
Meza, férreo defensor de la autonomía de su obra, sostuvo que la industria, sobre todo la musical, “ya está rebasada por la propia tecnología”, sobre todo por Internet, debido a la producción y difusión de obras independientes. “Y qué bueno, porque (los productores) eran seres soberbios que no te dejaban crecer, te ninguneaban, te hacían a un lado sólo por no creer en tus proyectos”.
También señaló la responsabilidad de la comunidad artística sobre los escenarios. “El alma humana, y más la del compositor, está muy ausente de sí misma, es decir, no se está comprometiendo con su espíritu para transmitir algo muy chiquitito, con amor, como la pertenencia a una nación.
“Compositores ya no los hay en esta industria. Hacer sonsonetes o rifs insustanciales es el pensamiento contemporáneo”, comentó.
Al repasar su trayectoria, recordó que la sensibilidad de su composición se gestó en la infancia, tras mudarse de la Ciudad de México a Tocumbo, Michoacán, donde sus padres, profesionales de la salud, atendían en su casa a heridos de machetazos y balazos, por los enfrentamientos entre narcotraficantes o por el día a día de la vida en los aserraderos.
“Yo veía que mi padre curaba, veía cómo la gente salía bien del consultorio. Nunca lo entendía, pero sabía que sucedía. Mi padre fue mi maestro, hijo de músico. Entonces, todo se va conjuntando en mi discurso: medicina, arte y dolor, por lo que quería que mi música sanara a través del rock, de la música”.
Ahí fue donde recibió la influencia de la música ranchera y norteña de Los Broncos de Reynosa, Los Alegres de Terán, José Alfredo Jiménez o Cuco Sánchez, con la que aprendió a tocar y a cantar. Más tarde, al regresar a la capital, conoció el impacto de la generación beat y la sicodelia con The Beatles, Bob Dylan y The Kinks.
En 1977 comenzó su carrera como compositor independiente. En ese tiempo dejó el ritmo de las urbes para dedicarse a una “vida más relajada” y a la autoexploración.
También reconoce sus contribuciones entre 1974 a 1976 dentro de la escena del nuevo rock mexicano en agrupaciones experimentales y de improvisación, como Decibel, liderada por Carlos Robledo y Walter Schmid, o la creación, un año después, de Ingreso Libero –en la que participó Carlos Alvarado Perea– y Krol Voldarepet Knact Didáctico.
Meza indicó que Corazón florido, que incluirá la participación de 19 amigos, entre ellos José Álvarez y Arturo Romo, de la agrupación Oxomaxoma, será “una muestra de gratitud” para quienes lo han apoyado durante este tiempo, sobre todo para su público y la comunidad artística que lo rodea.
Destacó que enfocará su carrera más a la literatura, pues tan sólo en este año publicó Lobo flor de puerco, Maquiaverlo para creerlo, El último unicornio y La fosa séptica del infierno (Gente de México).