Nueva Inglaterra, 1630. “Ninguna nación tiene derecho de expulsar a otra, sino es por un designio especial del cielo como el que tuvieron los israelitas, a menos que los nativos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a entablar, legalmente, una guerra con ellos así como de someterlos” (ministro anglopuritano John Cotton).
Washington, DC, 2 de diciembre de 1823. “América para los americanos” (presidente James Monroe, en su mensaje anual al Congreso).
Ciudad de México, 12 de mayo de 2022. “¿Vamos a seguir con la política de hace dos siglos? ¿Del destino manifiesto o de ‘América para los americanos’ entendiendo que América es Estados Unidos?” (mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador, AMLO).
Uno. La frase de Cotton legitimó el exterminio de los pueblos indígenas de América del Norte; la de Monroe fijó posición frente a la Santa Alianza europea y la política de Washington desde su constitución como nación, y la de AMLO dejó “picando la pelota en el área”, en vísperas de la novena Cumbre de “las Américas” (sic), convocada por Estados Unidos.
Dos. Ahora bien. Entre la segunda y tercera frases, la carta de Simón Bolívar al coronel inglés Patricio Campbell, encargado de negocios de Inglaterra en Guayaquil: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad” (5 de agosto de 1829).
Tres. A la hora de la convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá (1826), Bolívar incluyó a todos los países del continente. América era una, y nadie la concebía con ínfulas discriminadoras. De modo que la expresión “…parecen destinados por la Providencia”, puede ser interpretada como discreto pesimismo del Libertador a causa del fallido congreso de Panamá, y las sucesivas traiciones de los “aldeanos vanidosos”.
Cuatro. La historia confirmó sus temores. En la Primera Conferencia Panamericana (convocada por Washington en 1888), Estados Unidos impuso el plural “las Américas”. Y en 1904, para dejar claro quién la tenía más larga, añadió el singular “de América” a su volátil gentilicio: Estados Unidos de América.
Cinco. ¿No que todos éramos “americanos”? ¿No fueron los independentistas de la primera hora, admiradores del federalismo estadunidense, el libre comercio y las libertades individuales consagradas en su Constitución? Intentamos, como no, “ser como ellos”: Estados Unidos de México, Estados Unidos de América Central, Estados Unidos de Colombia, Estados Unidos de Brasil… Pero no pudimos, o no nos dejaron. Y con el tiempo, parafraseando a AMLO, Estados Unidos se convirtió en otra galaxia (“Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Romanos, 8:31).
Seis. La América triétnica jamás consintió el mesianismo anglopuritano, esbozado por el gran pirata y escritor inglés Walter Raleigh (1552-1618), quien en su fantasiosa Historia del mundo dividió la América en “tropical” y “septentrional”. Origen, faltaba más, del insidioso despectivo “mesías tropical” que emplea un seudohistoriador de incierta nacionalidad, para bajarle el precio a nuestro Presidente.
Siete. “Tropicales”. “Septentrionales”. Concepciones, en fin, que el profesor hispanomexicano Juan A. Ortega y Medina resumió con erudita mordacidad: “La religión puritana, el clima y el racismo (monstruosa deformación de la teología calvinista) nos descalificaron por doble o triple partida; más démonos de santos porque nuestras imperfecciones nos preservaron de la absorción total” ( Destino Manifiesto: sus razones históricas y su raíz teológica, SEP, colección Los Noventa, 1972, p. 134).
Ocho. “Nuestra América”, y la de ellos: la América multiétnica que admiramos con las reservas del Libertador. Porque la relativa estabilidad de nuestros países se debe a las ingentes y heroicas remesas de los paisanos pobres, y el cash que los narcos recogen en las calles de Estados Unidos. Inyectando liquidez (algo es algo) en nuestras desintegradas, desarticuladas y desestructuradas economías libradas… ¿a la buena de Dios? Negativo. Librada al entreguismo de plutocracias semifeudales, que se dicen “capitalistas”.
Nueve. A casi 199 años de las palabras de Monroe y Bolívar, muchas cosas han cambiado. De polo a polo, el continente tenía entonces cerca de 30 millones de habitantes. Hoy, somos más de mil millones. Por ende, si el propósito de Washington en AL apunta a frenar a China (mil 400 millones de habitantes), la pregunta de AMLO tiene sentido: ¿vamos a seguir con la política de hace dos siglos?
Diez. Temo que sí. En Estados Unidos, todo lo relativo a nuestros países está en manos de senadores, representantes y empresarios que responden, junto con otras, a la poderosa mafia cubana de Miami que pesa, y mucho, en el anacrónico Colegio Electoral de los puritanos demócratas y republicanos del norte. Y para ellas, la buena onda de “las Américas”, es cuento chino.