En Guadalajara me reencontré con un ex tallerista al que le había perdido la pista hace más de 30 años, José de Jesús Salinas, quien desde entonces decidió dedicarse en verdad a su profesión: ingeniero electrónico.
Hay de su aprendizaje bastante que contar, pero hoy sólo diré que como el taller era los viernes de 8 a 10 de la noche y él no tomaba ni gota de alcohol, supuse que nuestras sesiones le servían de refugio para el fin de semana. De constante buen talante, se le presentía sin embargo un solitario, y –extremoso– escribía versos ya muy osados, tirando a la vanguardia, ya muy ingenuos, sentimentalones.
Un buen día dejé de tarea trabajar con un objeto, tarea sobre todo de percepción, en principio realista, pero con la esperanza de que de ese realismo (fuera fantasías, fuera la mera y gratuita ensoñación) surgiera la percepción poética. Se trataba de tocar el objeto, sopesarlo, entrar en relación con él, con su temperatura, su forma, etcétera, y ver de qué manera el objeto le “hablaba” al experimentador. Luego, escribir.
Salinas me acaba de mandar por correo electrónico el texto que yo recuerdo publicado en la primera época de la revista Luvina, ligerísimamente mejor acabado, mas hace ya tanto… Lo reproduzco como me llegó:
“Espejo: Ojos que miran a mis ojos / un fantasma prisionero me mira a través de una ventana / sus ojos miran mis ojos, cada vez más parecidos a los míos / fanfarrón de cara larga / riéndose conmigo, / copiando mis gestos / y yéndose quién sabe a dónde / cuando no estoy frente a él, / nos acercamos para estar seguros / que somos nosotros / y nos alejamos con miedo de sabernos diferentes.”
Si formalmente cabría darle una casi nada de sacudidita, lo poético, me parece, ha sido tocado o bien el autor ha sido evidentemente tocado por lo poético.
De allí en adelante, elucubraba sin posibilidades de corroborarlo, ya para José de Jesús, quien se habría dado cuenta de qué podía hacer, y dentro del taller persiguió durante algunos años, no tenía caso excesivo escribir; podía ya optar, sin broncas, descansadamente, por su verdadera vocación… Lo que en la reciente plática confirmó.
Salinas sigue escribiendo, eso no se quita, pero sin presión y, como arriba dije, de vez en cuando; por gusto, porque le nace, no para ser poeta o escritor. De una manera sin duda saludable.