La aplastante avalancha de noticias espeluznantes en Estados Unidos esta semana (como demasiadas anteriores) deja a uno sin adjetivos –y verbos, y bueno, sin palabras pues– y en búsqueda de refugios.
El odio racista, el ataque contra los derechos civiles y humanos, y un temor cultivado por fuerzas derechistas cobra sangre por todo el país. Un joven blanco de 18 años viaja cientos de kilómetros, carga su rifle semiautomático, prende una cámara para transmitir en vivo por Internet cómo va matando a 10 personas en un supermercado en un barrio afroestadunidense en Buffalo. Aparentemente actuó guiado por la teoría de la conspiración de “remplazo de blancos” promovida por derechistas (entre ellos Trump y sus aliados), según la cual blancos estadunidenses están siendo sustituidos por otras razas a través de la inmigración en una conspiración coordinada por judíos con propósitos electorales. Un tercio de los estadunidenses creen en esa conspiración, de acuerdo con una encuesta de AP/NORC. Esta vez fue contra afroestadunidenses, en otros parecidos fue contra latinos y mexicanos, como en El Paso en 2019, y esa lista es larga.
Por cierto, los tiroteos masivos, con todo tipo de motivaciones, no cesan en este país: en las 19 semanas que lleva 2022 se han registrado 198, perdón, 199 (mientras escribía esto se reportó uno más). Los Centros de Control de Enfermedades (CDC) reportaron la semana pasada que un número sin precedente de estadunidenses, más de 45 mil, murieron por armas de fuego en 2020. Ahora las balas son la principal causa de muerte entre los niños y jóvenes de este país.
En otro rubro, los mismos CDC reportan que cerca de 108 mil personas murieron por sobredosis de drogas en 2021, rompiendo otro récord.
También en estos días se registró que la pandemia en Estados Unidos superó un millón de muertes, la mayoría de ellas innecesarias, causadas por el desmantelamiento de la infraestructura de salud pública por políticas neoliberales, junto con una masiva campaña de la derecha contra el uso de cubrebocas y después contra las vacunas, mientras Trump y otros denunciaban que todo era culpa de los chinos, con lo cual desataron una ola de crímenes de odio contra asiático-estadunidenses e inmigrantes que continúa hoy día.
Al mismo tiempo, en la guerra contra los derechos fundamentales de las mujeres, si procede, como se espera, la anulación de la garantía constitucional al aborto lograda hace medio siglo por la Suprema Corte, el acceso al aborto en más de la mitad de los estados podría quedar prohibido en los próximos meses mientras políticos en Luisiana están contemplando declarar el aborto como homicidio; el gobernador de Nebraska afirmó que víctimas de violacion sexual o incesto deberían ser obligadas a permanecer embarazadas hasta dar luz.
¿Cómo es posible aguantar esta “normalidad’? Un refugio (para evitar drogas o el exilio como opciones) está en las expresiones de solidaridad, belleza y nobleza que se manifiesta a través, debajo, y a los lados de este país de manera cotidiana.
Los miles que marcharon en más de 350 actos por todo el país este fin de semana en defensa a los derechos de la mujer, las noticias casi diarias de que trabajadores en otro Starbucks se han sindicalizado (de cero en diciembre, empleados en más de 60 tiendas han votado a favor de sindicalizarse con otros 175 solicitando un voto formal), parte de un fenómeno que podría ser aviso de un renacimiento del movimiento laboral; los jóvenes con ira urgente que sin pedir permiso encabezan movimientos ambientalistas, contra las armas, y contra las guerras y a favor de su futuro; los inmigrantes que transforman con lucha y cultura a esta nación (sin sustituir a los blancos, sino luchando junto a ellos para rescatar al país para todos), ni hablar de los músicos, actores, bailarines, guionistas y los siempre vitales payasos/comediantes.
No son sólo refugio de la avalancha. Más bien, son antídoto, respuesta, resistencia, rebelión. Frente a la inaguantable normalidad que domina las noticias desde Estados Unidos.
George Carlin. Right to life. https://youtu.be/ZDzs0gY1cTA
Bruce Springsteen. How can a poor man stand such times.