En el otrora etiquetado ‘juego del hombre’ y cuando parece que las máximas gestas y emociones están a punto de brotar en la llamada ‘fiesta grande’, el foco se enciende en sitio insospechado: en la aún incipiente liga femenil aparece la figura diminuta pero grandiosa de una guerrera, Charlyn Corral, para darle lustre al empañado futbol mexicano.

Empañado por un arbitraje infame, desastroso, que a fuerza de ser constante se volvió normal a lo largo del torneo, pero incluso así, no deja de sorprender e indignar con episodios como el penal del sábado repetido contra el Puebla, porque unos escrutadores, agazapados en el anonimato del VAR, decidieron aniquilar a un equipo que consideran chico, el cual estaba teniendo la osadía de brillar.

Una dizque ‘fiesta grande’ que anuló el gol de visitante nomás porque uno de sus clubes emblema (que viste de amarillo), durante dos torneos quedó de líder, pero estuvo atrapado en la telaraña de lo que en la jerga futbolera se considera “justicia divina”. Entonces, había que dar impulso a los consentidos, los habitualmente punteros, no tanto por su grandeza deportiva, sino por el poderío económico que los respalda.

Entre la cloaca, licuado de intereses que está llevando al desagüe a la liga y al futbol mexicano, surge algo hermoso, sublime, que lo atora, lo rescata, lo salva… Charlyn, con su 1.52 metros de exuberante magia se robó la semana, pues tras comandar la eliminación del América ¡hasta forzó el despido del técnico Craig Harrington!, ahora, con un par de dianas de excelsa manufactura tiene entre la espada y la pared al campeón Monterrey.

Charlyn es carácter puro de pies a cabeza, lo verificó el ex seleccionador Leonardo Cuéllar, quien tuvo desencuentros con ella porque le exigía bajar de peso, sin comprender un problema de tiroides que la afectaba. Se topó con una chica respondona, algo que irritó al estratega, cuyo sueño siempre fue una plantilla de jugadoras altas y espigadas. Suspiraba por el prototipo del equipo estadunidense y vivía atento a la aparición, allende el Río Bravo, de cualquiera con doble nacionalidad para enfundarle la casaca verde.

Leo Cuéllar se hizo a un lado tan sólo para dejar el timón tricolor a su hijo Christopher de nulos méritos, y de éste pasó a su pupila favorita, Mónica Vergara, quien con el pretexto de que Charlyn se estaba recuperando de una rodilla, la ha hecho a un lado en todas sus convocatorias, pero no contaba con que Corral, sin abrir la boca, tenía los argumentos para magnificar la injusticia de ignorarla cuando, a sus 30 abriles, el talento le rezuma por todos los poros.

La única Pichichi, la mejor futbolista tricolor que ha militado en España y que el Pachuca tuvo el acierto de repatriar pese a sus dolencias, está lista para seguir evidenciando a Vergara. Cualquier actitud persistente en cerrarle las puertas de la selección nacional sería absurda, temeraria y caprichosa… No significa que con Corral el Tri esté listo para conquistar la Copa del Mundo, pero el equipo apuntalaría su potencial con argumentos y talento genuinos.

No es exagerado decir que a nuestro balompié está cada vez más anquilosado. Como se temía, se confirmó que en el máximo circuito no habrá descenso ni ascenso durante otro largo trecho. Cada vez son más rebuscadas e ilógicas las razones, la exposición de argumentos. Acaba uno extrañando al cómico Cantinflas; muy bueno sería que él diera los motivos, al menos suscitaría hilaridad y aplausos del respetable.

Los Leones Negros de la UdeG fueron el único club que cumplió con los requisitos del cuadernillo para subir a la Liga Mx, pero no puede ascender –arguye la FMF– porque se requieren cuatro candidatos, y resulta que Venados, Correcaminos y Atlante no cubrieron los requerimientos ¡y eso que los Potros le dieron vida al estadio Azul donde ahora van a jugar América y Cruz Azul!… Morelia, que se coronó el sábado en la Liga Expansión y cumple las exigencias, extrañamente tuvo otro tipo de problema… Algo huele mal.