A principios de mayo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un importante volumen de información –metodológica, analítica, estadística e interpretativa– relativo al concepto “mortalidad excedente” ( excess mortality, usual y erróneamente traducido como “exceso de mortalidad”) asociado a la pandemia de covid-19. Recojo en esta nota algunos de los elementos de esa información que me parecieron de mayor interés. (Puede accederse a su conjunto en la página web de la OMS, la mayor parte de ella sólo en inglés, a partir de: https://www.who.int/news/item/05-05-2022-14.9-million-excess-deaths-were-associated-with-the-covid-19-pandemic-in-2020-and-2021.)
Ante una situación de salud pública anómala y novedosa, como en su momento fue el covid-19, el cálculo de la mortalidad excedente permite una aproximación más fina y más aproximada al número de decesos atribuibles, en un lapso de tiempo determinado, a la nueva contingencia de salud. Se entiende por mortalidad excedente el número de decesos por encima del estadísticamente esperado en un territorio y lapso determinados. Para 2020 y 2021 se estima en 14.91 millones, cifra superior en 9.49 millones a las muertes mundiales atribuidas directamente al covid-19.
La mortalidad excedente incluye, además de los decesos provocados por la enfermedad misma, a los derivados de sus efectos sobre los sistemas de salud y la sociedad. Entre ellos, por ejemplo, los motivados por otras enfermedades que dejaron de atenderse por dedicar al covid la mayor parte de los servicios hospitalarios disponibles. En cambio, se ve disminuida “por las muertes evitadas durante la pandemia debido a la reducción de, por ejemplo, los accidentes de automóvil y los laborales”, resultado de los periodos de confinamiento y la suspensión de actividades productivas.
Al incluir la excedente, en esos dos años la mortalidad por covid-19 muestra con mayor claridad su elevada concentración geográfica: más de dos tercios (68 por ciento) ocurre en sólo una decena de países: Indonesia, China, Brasil, India, Egipto, Irán, Alemania, Colombia, Italia y Polonia. En cambio, se debilita la idea de su gran incidencia en países de alto ingreso (recuérdese que alguna vez se le caracterizó como “la pandemia de los ricos” –sería, en todo caso, “la pandemia de las clases medias”): ocho de cada 10 fallecimientos ocurren en países de ingreso medio– cinco en los de ingreso medio-bajo y tres en los de ingreso medio-alto. Al extremo opulento de la población mundial apenas corresponde 15 por ciento de la mortalidad excedente estimada para el bienio, mientras al extremo opuesto, el de más bajo ingreso, ha resentido sólo cuatro de cada 100 óbitos.
Las estimaciones de la OMS, que se presentan por segunda ocasión y sustituyen a las divulgadas previamente, no abarcan periodo alguno del presente año. En estos últimos meses hay que tener en cuenta la muy apreciable disminución de la letalidad de covid-19 gracias, sobre todo, a las campañas nacionales de vacunación, cuyo despliegue y alcance ha superado numerosas expectativas, incluso en buen número de países de bajo ingreso.
“Las estimaciones para el periodo de 24 meses (2020 y 2021) –aclara la organización– incluyen cálculos de la mortalidad excedente por edades y por género. Confirman que la letalidad de la pandemia ha sido mayor para los hombres que para las mujeres: 57 frente a 43 por ciento. También ha sido más alta para los adultos mayores. Se ha encontrado también que el número absoluto de decesos se ve afectado por el tamaño de la población. Debido a esto, el excedente de mortalidad por 100 mil habitantes ofrece una visión más objetiva de la pandemia que las cifras de defunciones totales por covid-19.”