Resultaría difícil felicitar a los ciudadanos de Nuevo León por el tino a la hora de elegir gobernador en tiempos recientes. Lo de “elegir” no se refiere a la larga historia de imposiciones en la historia de esa entidad norteña, sobre todo durante el largo predominio del Partido Revolucionario Institucional (PRI), sino a lo que ha sucedido de 1997 a la fecha, cuando inició en tal estado la etapa de la “alternancia” de siglas partidistas con la derrota del priísta José Natividad González Parás (42 por ciento de votos) ante el panista Fernando Canales Clariond (48.6 por ciento).
No es que en otras partes del país los ciudadanos hayan tenido gran suerte a la hora de votar para gobernadores, pues en general estos personajes han encarnado en sus entidades la corrupción y la injusticia. Pero en Nuevo León, luego del único gobierno de Acción Nacional, del citado Canales Clariond (luego integrado al gabinete foxista), volvió el PRI al poder de la mano del antes derrotado González Parás ( 2003-2009) y de Rodrigo Medina de la Cruz (2009-2015), políticos plenamente asimilables a la plantilla de los malos mandatarios.
Y luego le han encajado a los neoleoneses dos modelos experimentales que resultaron muy deficientes. El primero, un político de la vieja escuela, con tres décadas de sometimiento al priísmo clásico, al que se promovió en redes sociales como ”independiente”. Jaime Rodríguez Calderón (2015-2021) se autodenominaba El Bronco (ahora, caído en desgracia política, judicial y de salud, nada queda de aquel aire artificial de rebeldía populachera) y resultó un desastre completo.
A partir de tal experiencia, grupos empresariales y políticos que juegan a ganar con la promoción de tales bodrios lanzaron y apoyaron la campaña de Samuel García, a nombre del Movimiento Ciudadano, con el acompañamiento fundamental de una figura de las redes sociales, su esposa Mariana Rodríguez.
Con las palabras “fosfo fosfo” como declaración electoral de principios y la recurrencia a Tik Tok y otras plataformas de Internet como fórmulas frívolas de presunta legitimación política, Samuel y Mariana (2021-¿?) han ido de tumbo en tumbo. Los más recientes, los relacionados con las muertes de las jóvenes Debanhi Escobar y Yolanda Martínez.
Con la cogobernadora inusualmente retraída, que no ha tratado de distraer la atención con algún recurso de “simpleza”, Samuel García ha sido rebasado por los acontecimientos y, aún peor, se ha mostrado equívoco o francamente mendaz. En busca de aparentar exigencias justicieras, se ha exhibido insuficiente, descolocado.
Cierto es que la Fiscalía estatal proviene de un bando político que le es adverso, pero Samuel no ha logrado resolver políticamente tales distancias u obstáculos (al contrario, ya hay una confrontación abierta entre ambas instancias), de tal manera que, en los hechos, los dos casos candentes de jóvenes muertas siguen sin resolverse, entre un mar de especulaciones y una notable insatisfacción social.
En otro tema: intencional o no, la jefa del gobierno capitalino envió ayer un mensaje de cierto distanciamiento del espinoso tema del tercer reporte de la empresa noruega DNV sobre las causas de la caída de un tramo de la línea 12 del Metro.
Claudia Sheinbaum prefirió ausentarse del acto en que se dieron a conocer las presuntas inconsistencias de ese trabajo. La talacha quedó a cargo de los titulares de las secretarías de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (Myriam Urzúa) y de Obras y Servicios (Jesús Esteva), con testigos relevantes como los secretarios de Gobierno (Martí Batres) y de Administración y Finanzas (Luz Elena González).
Y, mientras el presidente de Bolivia, Luis Arce, ha anunciado que tampoco iría a la Cumbre de las Américas si no son invitados todos los países del continente, ¡hasta mañana, con más aerolíneas decididas, por conveniencia o presión, a trasladar algunos de sus vuelos al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles!
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