En los últimos años, la sequía se ha convertido en una condición casi natural de vastas zonas del planeta. La mayor parte del far west estadunidense, California en particular, la padece desde hace décadas. En África ha provocado colapsos humanitarios. En tiempos recientes, el Mediterráneo devino una de sus sedes centrales. La carencia de agua ya afecta a las economías de Portugal, España, Italia y Grecia. Hoy se habla del aumento de precios del gas y los combustibles fósiles (las necesidades y necedades de su majestad el automóvil acaparan siempre la atención), mientras se omite invariablemente el que afecta al consumo de agua.
En México, basta con seguir el itinerario de las protestas sociales en que pobladores de múltiples regiones del país reiteran que la escasez de agua está afectando no sólo sus economías sino, sobre todo, sus condiciones de existencia y modos de vida. En particular en el norte, Baja California, Sonora, Chihuahua, Durango, Nuevo León y cuantiosas regiones del Bajío son sedes de crisis acuíferas cada vez más frecuentes. Las teorías sobre la creciente escasez son múltiples y están entrecruzadas por los intereses de consumidores industriales, embotelladoras de agua, privatización de pozos y, del otro lado, poblaciones enteras que, como en el caso de La Laguna o el norte de Zacatecas, ya desaparecieron casi por completo.
Bajo la consigna de “no es sequía, es saqueo”, 21 organizaciones de Nuevo León detallan la estructura profunda de una infrahistoria que ha situado a la mayor parte de la población en estado de precariedad con respecto al abastecimiento de agua. Elizabeth Barrón Cano, dedicada desde hace años a estudiar el tema, explica cómo 15 conglomerados industriales concentran (aproximadamente) 44.5 millones de metros cúbicos, cuando la cantidad destinada al consumo doméstico asciende apenas a más de un millón de metros cúbicos, tan sólo 2.27 por ciento del total. Las industrias cerveceras, las de bebidas embotelladas, las corporaciones del acero y de la minería devastaron los mantos acuíferos de la región. Aunado a esto, ex gobernadores como Jorge Treviño, Sócrates Rizzo y Fernando Canales Clariond amasaron auténticas fortunas en el negocio de privatizar los pozos. Y, mientras, Conagua y Semarnat inmóviles, como la mayor parte de la política ecológica del actual gobierno. Justificada y comprensiblemente, las protestas son contra del acaparamiento del líquido básico y exigen una distribución más justa en su consumo y sus usos.
Sin embargo, el problema central escapa una y otra vez a la mirada y la conciencia de todos. Las alarmantes y cada vez más prolongadas temporadas de sequía se deben, en esencia, a la desertificación de extensas zonas del planeta. Por su parte, el proceso de desertificación tiene varios orígenes: la multiplicación de la producción industrial, la urbanización del mundo, la transformación del agua en redituable mercancía (el precio de un litro de agua equivale ya al de medio litro de gasolina). Pero su principal razón se encuentra en el propio metabolismo natural: la deforestación de bosques y sistemas ecológicos que garantizan el ciclo del agua.
¿Cuál es el origen central del raudo proceso de la deforestación? La respuesta es conocida y nunca atendida: la transformación de las principales zonas agrícolas en regiones dedicadas al cultivo y la producción de forraje para alimentar a cientos de millones de aves, cerdos, vacas y ovejas que aguardan ser masacradas para sostener el actual delirio alimentario. En términos ecológicos, la producción de una hamburguesa de res o la nutrición de un pollo requieren de 3 mil litros de agua. Multiplíquese por miles de millones al año. La matanza animal está destinada a anidar la lógica de la valorización del capital en nuestros hábitos y, sobre todo, nuestros cuerpos.
El animal que matas cada vez que devoras una pieza de carne adquirida en las vistosas estanterías de los supermercados representa, en esta medida, el eslabón oculto de la cadena que coproduce, en gran parte, la crisis del agua.
¿Por qué no se impone a las industrias que hoy monopolizan el consumo de agua obligaciones de reforestación? Ecosia, el principal motor de búsqueda digital en Alemania, una gigantesca empresa que ha abandonado motu proprio la acumulación de capital privado como principio de su existencia, dedica sus utilidades a la reforestación. Ya ha plantado más de 100 millones de árboles en distintas partes del mundo. Más que un caso, tal vez representa un paradigma para el futuro.
No es el cambio climático el que produce la escasez de agua, es la escasez de agua (léase: la deforestación) la que produce el cambio climático. La tarea de develar esta contradicción se encuentra en todo afán actual de deconstruir la lógica de la reproducción antropocéntrica de la sociedad. Esa lógica bajo la que se oculta la de la optimización de la rentabilidad.