El Cairo. En un teatro de El Cairo, rodeada de músicos y bajo las luces, Umm Semeh canta para curar a los enfermos de sus demonios.
Todo tiene la apariencia de un espectáculo, pero se trata de una sesión de exorcismo.
El ritual de música y danza conocido como zar, con raíces centenarias en Etiopía y Sudán, se lleva a cabo tradicionalmente para espantar o exorcizar a los jinn (genio) o espíritus malignos.
“No somos charlatanes o brujas”, aseguró a la Afp Umm Sameh, cantante de 72 años, ojos delineados con kohl, grandes aros en las orejas y pulseras de oro.
“El canto es espiritual y saca las energías negativas”, aseguró la vocalista principal del conjunto Mazaher, quien agregó que también dicen oraciones de las prácticas místicas del islam sufi.
El ritual zar tradicionalmente dura varios días e incluye sacrificios de animales, pero no se derrama sangre en el Centro Cultural Makan de El Cairo, donde el grupo se presenta ante invitados extranjeros y locales.
Los asistentes permanecen embrujados por la voz de Umm Sameh y mueven la cabeza al ritmo del tambor.
En una sociedad patriarcal, donde a menudo enfrentan discriminación, las ceremonias zar son de las pocas prácticas culturales en las que las mujeres tienen un papel central.
Umm Sameh dijo que aprendió el ritual a los 11 años de su madre y su abuela.
Ahora canta las mismas letras y melodías de memoria porque “las heredé y crecí con ellas”, afirmó con orgullo.
“El zar es un ritual de sanación muy antiguo, un poco como un tratamiento médico”, explicó Ahmed al Maghraby, fundador de Mazaher, quien asegura que es el último grupo que lo hace en público.
Creó el espacio de presentaciones Makan hace 22 años “para preservar esta herencia cultural y archivar la música local de todo Egipto”.
Fue difícil porque el zar históricamente ha sido despreciado por musulmanes devotos como práctica pagana, y rechazada por las autoridades estatales como tradición rural atrasada.
“Las sociedades egipcias y mediorientales ven todas las cosas locales con desprecio”, lamentó Maghraby.
Dijo que fueron turistas extranjeros los primeros en llevar egipcios a las presentaciones, quienes al inicio decían “no, allí hay jinn y sangre. Para ellos, el zar era pecaminoso”.
Abou Samra, integrante del grupo, señaló que “la gente tiene una idea muy negativa del ritual por las películas” de Egipto, considerado el Hollywood del mundo árabe.
En la cinta de terror Al Taweeza (La Maldición) de 1987, las estrellas Youssra y Tahia Carioca se contorsionaban, bañadas en sangre falsa, emitiendo gritos estridentes”.
Pero el zar es “un arte como las otras artes”, sostuvo Abou Samra, quien toca la tamboura, una lira de seis cuerdas. “Tenemos que librarnos de estos esterotipos”.
Los tiempos están cambiando. El conjunto, cuyos músicos y bailarines tienen más de 60 años, cuenta ahora con una nueva integrante.
Azza Mazaher, quien creció viendo a su madre Umm Hassan tocar las percusiones, ahora hace sonar el tambor e inyecta de energía el espectáculo cuando baila en el escenario.
Azza dice que el grupo presenta estilos antiguo y nuevo. “Si alguien se siente enfermo y los médicos no encuentran el tratamiento, hacemos una ceremonia”, dijo a Afp.
“Pero aquí presentamos una pieza ligera de folclor para que la gente lo descubra, lo entienda y lo disfrute”, explicó.
Mazaher ha participado en varios festivales europeos y ahora hay más egipcios que acuden a sus presentaciones en El Cairo.
Mariam Essawi, asistente de unos 20 años, comentó: “Se parecen a nosotros, nos representan. Zar es parte de nuestra historia y herencia cultural. Es extraño que no lo conozcamos”.