Ante la negativa del gobierno estadunidense de convocar y recibir a todos los jefes de Estado y de gobierno de los países del continente –a lo que está obligado– en la ya cercana Cumbre de las Américas (junio), el presidente López Obrador acertadamente califica esa actitud cavernaria de “rémora de política intervencionista que lleva más de dos siglos”, es decir, desde que a James Monroe (1823) se le ocurrió la brillante idea colonial de que sólo los gringos son amos y señores del hemisferio occidental, y de pasadita del resto del planeta, mientras el resto debe agacharse.
Tal negativa motiva a López Obrador a dejar en claro que “aún no se resuelve sobre la participación en la cumbre de Los Ángeles, pues planteamos que no se excluya a nadie; bus-camos la unidad de toda América y sentimos que no debe haber confrontación, que aún con las diferencias debemos dialogar y hermanarnos todos los americanos; el gobierno de Estados Unidos tiene que decidir sobre esto, porque es un asunto de derechos humanos y tiene que ver con la soberanía y la independencia de los pueblos, con la no intervención y la autodeterminación de cada país; queremos que se invite a todos, esa es la postura de México”.
El mandatario subrayó: “si se excluye (a Cuba), si no se invita a todos, va a ir una representación del gobierno de México, pero no iría yo”. ¿Sería un mensaje de protesta?, preguntaron los colegas, y la respuesta fue contundente: “no quiero que siga la misma política en América y quiero, en los hechos, hacer valer la independencia, la soberanía y manifestarme por la fraternidad universal. Nadie tiene el derecho de excluir”.
Treinta y cinco naciones, con sus cerca de mil millones de habitantes, forman parte del continente americano, pero los gringos, con su ínfula hegemónica, aseguran que sólo ellos deciden y los demás acatan sin chistar, porque, dicen, la soberanía y la reivindicación de los pueblos latinoamericanos no pasa de ser retórica, aunque cierto es que algunos gobiernos genuflexos les hacen creer que tienen razón y reivindican su condición de patio trasero.
Monroe decidió, al igual que sus sucesores en la Casa Blanca, que Estados Unidos no permitiría el intervencionismo ni el colonialismo europeo en América, pero cómodamente se arrogó el “derecho” de que su país interviniera en el continente cuando y como lo quisiera (lo hizo extensivo al resto del planeta), y ese ha sido, es, el quid de la política exterior gringa, la cual viola, permanentemente, el más elemental derecho internacional, la soberanía de las naciones y la autodeterminación de los pueblos.
Hasta ahora se han realizado nueve cumbres (la primera fue en 1994, en la presidencia de Bill Clinton; de ahí salió la propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA), in-cluyendo la extraordinaria de 2004 que se realizó en Monterrey, la cual se hizo famosa no por sus resultados sino por el denigrante “comes y te vas” de Vicente Fox, mayordomo de George W. Bush.
En la de 2005 (Mar del Plata, Argentina) se ratificaría el ALCA y entraría en operación, pero Latinoamérica dio un portazo en la cara a los gringos –que pretendieron imponerlo– y sus gobiernos falderos, pues rechazó ese mecanismo supuestamente comercial y en el contexto de esa cumbre el entonces mandatario venezolano Hugo Chávez, hizo célebre su frase: “ALCA, ALCA, al carajo”. Claro, había liderazgos como los Fidel, Lula, Néstor Kirchner y el propio Chávez. Por cierto, en diciembre de 2004 los líderes de Cuba y Venezuela propusieron crear la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) como alternativa al ALCA de los gringos.
Pero bueno, López Obrador dijo que “vamos aún a definir cuál va a ser nuestra postura. Hay grupos políticos en Estados Unidos que apuestan a la confrontación y que quisieran tener de rehenes a los pueblos de América Latina y el Caribe, como es el caso del bloqueo a Cuba, que es inhumano y una vileza utilizar una estrategia política de esa naturaleza con propósitos político-electorales. No puede sufrir un pueblo, todo un pueblo, por el interés de un grupo”.
Las rebanadas del pastel
En tan sólo el primer trimestre del año y siempre con dinero ajeno, la especulativa ban-ca que opera en México se embolsó 53 mil millones de pesos en utilidades netas, limpias de polvo y paja, casi 25 millones por hora, incluidos sábados, domingos y días festivos. En tres meses obtuvo lo que antes ganaba en tres años.