Pese a que desde la década pasada el crecimiento del sector agroalimentario supera al del conjunto de la economía, la estructura de la disponibilidad de alimentos en México tiene alarmantes resultados de pobreza, malnutrición y problemas de salud pública.
Margarita Flores de la Vega, economista por la Escuela Nacional de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sostiene que en la industria agroalimentaria nacional, que incluye la producción primaria (agrícola, pecuaria, forestal y pesca) y la industria productora de alimentos, bebidas y tabaco, se ha reforzado una estructura desigual entre grandes empresas productoras y comercializadoras y las unidades de producción de subsistencia.
Por lo que “más de 55 por ciento de la población rural, que está muy vinculada a la producción agropecuaria, vive en condiciones de pobreza”, aseveró la economista en su estudio El sector agroalimentario en México en la perspectiva de la sustentabilidad.
En los pasados cinco años, el sector agropecuario y la industria alimentaria (incluidas la de bebidas y tabaco) han tenido un mejor desempeño comparado con el del conjunto de la economía.
Y en los dos más recientes (2019 y 2020) han crecido mientras la economía tenía un movimiento negativo. Tal como se esperaba por efectos asociados a la pandemia de covid-19, el producto interno bruto (PIB) nacional tuvo un retroceso de 8.2 por ciento en 2020, mientras el sector primario logró mantener sus actividades y un crecimiento de 1.9 por ciento. La industria agroalimentaria, por su parte, decreció 2 por ciento.
La economía mexicana registró una recuperación de 4.8 por ciento en 2021 respecto a 2020, sin igualar el valor del PIB observado antes de la pandemia; en tanto, el sector agroalimentario creció 3.2 por ciento en 2021, alcanzando niveles récord en generación de valor para la economía e incrementó su participación en el PIB a un récord de 9 por ciento, según revelan cifras del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas.
Flores de la Vega aseguró que el sector agropecuario sigue cumpliendo con la generación de divisas, la producción de alimentos y los bienes salario por excelencia. Sin embargo, las condiciones en las que se produce han cambiado sustancialmente.
No toda la población rural que se esperaba encontró otras fuentes de empleo, y el campo no se desarrolló el mercado interno previsto.
“Más bien se ha mantenido una estructura agropecuaria desigual en la que se han consolidado grandes empresas productoras y comercializadoras y se mantienen unidades de producción catalogadas como de subsistencia –alrededor de 75 por ciento del total–”, aseveró la economista de la UNAM.
Por su parte, 36 por ciento de los trabajadores del campo y la pesca trabajan por su cuenta; 10 por ciento no recibe remuneración; 7 por ciento son empleadores y 47 por ciento son subordinados y remunerados. Una quinta parte de ellos no percibe ingresos, y para 65 por ciento, su ingreso mensual equivale a dos salarios mínimos (36 por ciento gana un salario mínimo). Es decir, aun trabajando, su ingreso está por debajo de la línea de pobreza para mantener apenas a 2.5 personas, según la ENOE.
Ante esta realidad, una dieta saludable no es accesible para el bolsillo de todos los consumidores. A nivel global, se estima que 3 mil millones de personas no tienen recursos para acceder a una dieta saludable.