Colegas, investigadores y curadores de arte reconocen el trabajo de Enrique Metinides como fundamental en la historia de la prensa mexicana y sostienen que sus aportes trascienden las fronteras del fotoperiodismo, merced su perspectiva estética.
A continuación, testimonios recabados por La Jornada:
Pedro Meyer, fotógrafo: “Es un personaje muy importante en la fotografía gracias a su imaginación y creatividad. Su mirada está llena de metáforas e imaginación. El suyo es un trabajo que trasciende el fotoperiodismo”.
Rodrigo Moya, fotógrafo y escritor: “Solemos decir que la gran ventaja de la foto documental es detener instantes del tiempo y la vida. Enrique Metinides es un caso excepcional dentro de este encuadre de la fotografía como vivencia y documento. Nadie como él tuvo la extraña facultad no de retener la vida, sino captar el instante de su fin, de la muerte, de la tragedia que golpea en cualquier instante y de la manera más imprevista. Sus fotos tienen el poder de recordarnos cuán frágil es la existencia humana sometida a recorrer su camino y de pronto extinguirse en un instante imprevisto y trágico”.
Pedro Valtierra, fotógrafo: “El aporte de Enrique es fundamental en la historia mexicana de prensa. Fue el más grande fotógrafo de policía, no sólo de México, sino de América Latina. Hay que destacar sus encuadres, su composición, su tenacidad, porque fueron 50 años los que trabajó cubriendo nota roja; gran técnico y fotógrafo, que tenía composiciones maravillosas”.
Enrique Villaseñor, fotógrafo: “Es un genio de la fotografía y el periodismo, un fuera de serie. Logró una enorme proyección desde el mensaje hasta la estructura y los valores visuales de su obra. Comunicaba una profunda y compleja carga social en la manera de fotografiar. La narrativa fue la columna vertebral de su obra. La mayoría de sus obras individuales fueron historias muy complejas y conmovedoras. Explicaba la nota roja más allá de lo dramático y doloroso. Me dijo una vez que lo importante no es lo macabro, sino entender lo que sucedió”.
Francisco Mata Rosas, fotógrafo: “Es uno de los grandes íconos de la fotografía mexicana, en el campo de la nota roja; sin embargo, su trabajo rebasa ese ámbito, pues con su labor contribuyó al imaginario de lo que es lo chilango y de la Ciudad de México. Se pueden encontrar muchos paralelismos de su obra con la del cineasta Luis Buñuel o del también fotógrafo Nacho López”.
Mauricio Marcin, curador e investigador: “Quizás los de Enrique Metinides sean los ojos que más horror hayan visto en una vida. Nació con un corazón blindado que le permitió retratar la tragedia humana. Todos los días su rutina consistió en despertar, interceptar la señal de radio de las patrullas y correr tras el delito para convertirlo en belleza estética; fue un humilde rey Midas que transformó la sustancia para ponerla en la primera plana de esos diarios que la gente adora, esos que conjugan la sangre con la desnudez de la mujer, en los cuales lo sagrado devienen en cuerpo y carne infravalorados. Metinides tuvo la sorprendente capacidad de empatía profunda hacia cada historia que le tocó retratar”.
Juan Carlos Aguilar, fotógrafo y reportero: “Metinides fue un adelantado de la fotografía de la nota roja. Siempre apostó por desarrollar una narrativa en la imagen, que contara el drama humano, con una perspectiva estética y con respeto hacia las víctimas. Es un adelantado porque hoy día en el ámbito de la fotografía se habla precisamente de ser narrativos y contar historias. Metinides, de forma muy intuitiva y casi autodidacta, lo hizo hace más de 70 años. Apostó por lo no sangriento y por una narrativa cinematográfica, pues él era muy aficionado al cine de gánsters”.
Alejandra Pérez Zamudio, editora de Luna Córnea: “Enrique Metinides logró registrar la fragilidad del ser humano a través de escenas de muerte y dolor destinadas a la nota roja. En su condición de voyerista documentó el lugar de los hechos al que volvía una y otra vez, haciendo de la Ciudad de México y sus habitantes el sujeto de sus derivas fotográficas. Innegable es el legado que ha dejado para el fotoperiodismo, oficio que descubrió siendo un niño por su afición a los autos chocados”.