Ciudad de México. A Ramón Hernández, fino segunda base de los Diablos Rojos del México en los años 60 y 70, le decían El Abulón, más por culpa de un viejo amigo de la secundaria que tuvo la ocurrencia de gritarle “¡ese güero, abulón!” mientras jugaban al voleibol en su natal Veracruz, que por su gusto por los moluscos. Recordarlo le causa gracia. Durante 15 años, ese sobrenombre lo acompañó a todos los parques donde jugaban los Diablos, aquella época en la que el beisbol era un deporte de conjunto y el pelotero estaba obligado a pensar antes de cada jugada, según dice.
Al veracruzano no le gusta lo que observa hoy en los partidos de la Liga Mexicana (LMB), más aún cuando se anuncian las mismas formaciones y los pítchers, que antes dedicaban horas al estudio de sus rivales, utilizan acordeones para saber dónde lanzar la pelota. “Se está perdiendo la esencia del beisbol”, advierte el cuatro veces campeón con la novena escarlata. “Pero no sólo eso: ahora se piensa cada vez menos. Hay veces que los peloteros agarran la pelota y sacan su acordeón para ver cómo tienen que jugar. Eso quiere decir que no hay estudio ni memoria deportiva”.
El Abulón piensa que la responsabilidad es de los entrenadores, pero también de quienes mandan en las esferas dirigenciales. Eso, de alguna manera, le recuerda que ahora los juegos de los martes y miércoles se juegan a siete entradas por decisión de la Liga. “No lo imagino en mi época”, sostiene. “Desafortunadamente los jugadores no tienen un interlocutor. No opinan ni los toman en cuenta. Hace falta una explicación. Lamentablemente, los que más van a resentir el cambio son los aficionados”.
La conversación lo lleva entonces al 1º de julio de 1980, cuando, cansados de pelear por sus derechos laborales, los jugadores enfrentaron a los poderosos empresarios y decidieron unirse en una huelga para dar vida a la Anabe (Asociación Nacional de Beisbolistas), en medio de la guerra civil contra los Tigres capitalinos. “Nosotros pensábamos en mejorar las condiciones de los peloteros, en tener transporte y mejores hoteles; nunca nos pasó por la mente acortar la duración de los juegos”, recuerda Hernández, líder de aquel movimiento.
Elegante segunda base, Abulón terminó su carrera con un promedio de bateo de .293 en mil 717 partidos. A diferencia de lo que pasa hoy, concluye, nunca le interesaron los récords de jonrones o bases robadas, porque lo importante eran los Diablos. “Y esa es la verdadera esencia del juego: primero el equipo y después los títulos de bateo o de carreras. Además, a siete entradas se jugaba sólo cuando había doble cartelera. Tenemos que volver a los fundamentos de este deporte”.