El Comité Federal de Mercado Abierto de la Reserva Federal de Estados Unidos (FOMC) acordó el 4 de mayo elevar el nivel de la tasa objetivo referencia en 50 puntos básicos y comenzar la reducción de su hoja de balanza en junio en 47.5 mil mdd, para alcanzar un máximo de 95 mil mdd mensual en los tres meses posteriores.
El FOMC declaró que los aumentos “continuos” de la tasa objetivo de los fondos federales resultan apropiados en el contexto actual. Todo indica que el banco central busca ahora encontrar una tasa de interés “neutral” sin decantar la economía hacia una recesión significativa. Incorporado por el mercado desde hace tiempo, el incremento de 50 puntos básicos pasó inicialmente desapercibido. Los bonos del gobierno y las acciones estadunidenses subieron, después de que Wall Street recibiera con agrado las palabras de Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, quien, durante su conferencia de prensa, pareció descartar un incremento en las tasas en 75 puntos básicos para sus próximas reuniones.
A pesar de que Powell fue claro al advertir que si las presiones inflacionarias persisten, no dudarán en utilizar dicha medida, tras la noticia el Nasdaq, que estaba en territorio negativo poco antes de que comenzara el anuncio, cerró con un incremento de 3.2 por ciento, mientras el S&P 500 cerró con un alza de 3 por ciento, su mayor ganancia desde mayo de 2020.
Bastó un día para que el esperado repunte de acciones en las bolsas globales llegara a su fin y las ganancias obtenidas la jornada anterior desaparecieran. A este respecto cabe recordar que la última vez que la Reserva Federal hizo un movimiento de 50 puntos básicos fue en marzo de 2000, movimiento que derivaría en el fin de la burbuja puntocom.
El mercado parece haberse percatado que el “aterrizare suave” de la economía, planeado por la Reserva Federal, no es sino una forma elegante de decir que controlar la inflación supone inducir a la economía a una recesión moderada, pero también quizá un presagio más ominoso: para controlar la inflación será necesario, como Powell dejó entrever, continuar con una política monetaria restrictiva aun cuando la economía esté mostrando una desaceleración.
La importancia de los acontecimientos recientes debe llevar a considerar la posibilidad de que el paradigma económico-financiero que ha dominado los últimos 30 años, ha llegado a su fin. Los gigantes tecnológicos que parecen haber dominado el mercado durante las últimas décadas bajo la promesa de un crecimiento continuo, han dado señales de que el modelo que aseguraba dinero fácil a partir de la adquisición de acciones de dichas tecnológicas, empresas que reinvierten sus ganancias en la expansión del negocio, ha dejado de ser la primera opción para alojar capital.
Bajo este escenario habrá que observar el comportamiento de las economías emergentes, particularmente de aquellas que incrementaron su déficit durante la pandemia. El incremento de las tasas de interés muy probablemente significará una disminución en la inversión y la búsqueda de horizontes que ofrecen mayor certidumbre y rendimientos para el capital, presionando la inflación doméstica y dificultando el pago de deuda denominada en moneda extranjera.
Con justa razón se ha señalado que la pandemia de covid-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania son factores decisivos que han detonado la inflación que le quita el sueño a los gobiernos y bancos centrales del mundo. No obstante, esta narrativa ha creado la expectativa de que una vez concluidas estas etapas regresaremos al paradigma anterior. El cambio de paradigma y la revalorización de las materias primas, energéticos, metales, e incluso la industria agroalimentaria, sin embargo, no sólo es una consecuencia de los fenómenos mencionados, sino también de la implementación de políticas de gobernanza social y ambiental diferentes (ESG).
Descrita como un conjunto de estándares para las operaciones de una empresa que los inversionistas socialmente conscientes utilizan para evaluar posibles inversiones, ESG ha significado una restricción adicional para la inversión en proyectos productivos.
Dicho de otra forma, la inflación y la disrupción del sistema económico financiero responde a tendencias políticas que han buscado capitalizar la afinidad generacional con causas, que, aunque respetables y entendibles, suponen el desmonte de ciertas capacidades productivas y tienen consecuencias profundas en la vida cotidiana de millones de seres humanos.
La política de gobierno perseguida por Estados Unidos y la Unión Europea parecen haber doblado la apuesta respecto a la necesidad de las políticas ESG. La pregunta hacia el futuro es si estos gobiernos podrán resistir el embate electoral que ello representará u optarán por recalibrar los componentes sustanciales de ESG.