Para nadie está claro si lo sucedido en la Suprema Corte de Estados Unidos el pasado lunes es parte de una conspiración, de una novela de intriga o ambas. Fue insólita la forma en que la sociedad se enteró de la intención de decapitar la decisión Roe vs Wade, que en 1973 determinó la legalidad del aborto en todo el país. De ser cierto que a partir de un borrador escrito por uno de sus integrantes, la mayoría conservadora está dispuesta a sobreseer el derecho a abortar, pasará a los anales en la historia como una de las más graves que haya tomado en toda su historia.
No se sabe a ciencia cierta el resultado final en este bochornoso litigio, pero es un hecho que los dos partidos más importantes han tenido una reacción diametralmente diferente. Para el Republicano fue más importante que el contenido mismo la forma en que “alguien” dentro de la Corte deslizó el borrador. De inmediato pidieron el más severo castigo para el responsable de la revelación y lo calificaron de traidor. Para el Demócrata, el texto es un atentado contra los derechos de las mujeres garantizados por la Suprema Corte desde hace 50 años. Se dice, con razón, que así se inicia un ataque a otros derechos humanos, como el de contraer matrimonio entre personas del mismo sexo.
El desprestigio de la Corte ha llegado a un nivel pocas veces visto, y su integridad ha quedado dañada de tal manera que será muy difícil restablecerla. Hay temor de que una institución que ha sido cooptada por el sector más conservador de la sociedad se convierta en su instrumento político. De persistir la decisión, la Corte estaría en contra de 70 por ciento de los estadunidenses que apoyan el derecho al aborto. Su papel será ahistórico y fuera del contexto social y cultural que la sociedad tiene en pleno siglo XXI.
No está claro a quién favorecerá el sismo que siguió a las intenciones de la Corte. Para el Partido Republicano quienes están en contra del aborto se sumarán a la causa de sus candidatos, si aún no lo han hecho. Para el Demócrata será un acicate a sus simpatizantes para que en las urnas expresen su disgusto con la derechización, cada vez más patente del país y sus instituciones. El aborto tiene una connotación religiosa. En un país donde el presidente jura respetar la ley sobre la Biblia, el tema adquiere una dimensión que va más allá de la cuestión científica y jurídica. Es el veredicto de la mayoría conservadora de la Corte.