Se dirá lo que sea sobre Robert Eggers, pero lo innegable es su reputación como un director de mucho ambiente. Es decir, la ambientación de sus películas –tres a la fecha– es lo más notable de ellas debido a su búsqueda minuciosa de autenticidad. La bruja (2015) era una visión convincente de la colonia americana en sus inicios. Mientras El faro (2019) llevaba al límite su estética expresionista. En su reciente El hombre del norte, el cineasta ha reconstruido el mundo de los vikingos islandeses del siglo IX de una forma tan verosímil que uno no duda que así fueron. Bestiales guerreros con un marcado lado místico.
Para su desgracia, el cine es algo más que un persuasivo diseño de producción. Esta saga vikinga, basada en una leyenda nórdica –supuestamente, la inspiración del Hamlet, de Shakespeare–, es sólo fiel al esquema de la misma. Así, se narra cómo el niño Amleth (Oscar Novak) es testigo del asesinato a traición de su padre, el rey Aurvandil (Ethan Hawke) a manos de su tío Fjölnir (Claes Bang), quien se hace de su madre Gudrun (Nicole Kidman). Amleth huye y años después, convertido en musculoso adulto (Alexander Skarsgard) se dedica a cumplir su único mantra: “vengar a su padre, salvar a su madre, matar a Fjölnir”. En el camino se enamora, si ese es el término, de una prisionera eslava llamada Olga (Anya Taylor-Joy), quien será el lado redimible de dicha obsesión de venganza.
Eggers ha descrito a su propia película como “una mezcla de Conan el bárbaro (John Milius, 1982) y Andrei Rublev (Andrei Tarkovksy, 1966)”. Francamente, nos quedó a deber el lado Tarkovsky del asunto. En cambio, lo que abunda es el retrato complaciente y solemne de la barbarie. El realizador recrea el brutalismo de los vikingos sin dejar espacio para el matiz irónico o la distancia. Como tal, El hombre del norte es un espectáculo anonadante de hechos de sangre, gruñidos, aullidos, una música harto percusiva en la banda sonora, rituales iluminados apenas por fogatas y matanzas en virtuoso plano secuencia.
De hecho, la única secuencia tranquila es aquella de la gran revelación de la reina Gudrun que cambia totalmente la agenda de su hijo. Hay incluso insinuaciones incestuosas que se vuelven hasta risibles con la poca sutileza de los diálogos (“qué larga es tu espada”) y la actuación camp de Kidman. Este Hamlet –o Amleth– no tiene lugar ni mente para la introspección, ni la duda. Es tan salvaje como Conan sin la inspiración poética de Rublev.
A pesar de la aparición de personajes femeninos como Gudrun, Olga y hasta una bruja visionaria interpretada por una casi irreconocible Björk, El hombre del norte no es otra cosa que un despliegue monótono de testosterona nórdica.
En mi recuerdo infantil sobresale Los vikingos (1958), realización del cumplidor Richard Fleischer, interpretada por Kirk Douglas, Tony Curtis y Janet Leigh. Ciertamente, no tenía aspiraciones de autenticidad y había muchos cascos con cuernos que Eggers ha omitido. Es un espectáculo hollywoodense de su momento, pero en mi memoria quedaron algunas secuencias de manera indeleble. En cambio, vi El hombre del norte hace unos días y no recuerdo más que la constante brutalidad, la penumbra y el ruido.
El hombre del norte (The Northman)/ D: Robert Eggers/ G: Sjón y Robert Eggers/ F. en C: Jarin Blaschke/ M: Robin Carolan, Sebastian Gainsborough/ Ed: Louis Ford/ Con: Alexander Skarsgard, Nicole Kidman, Claes Bang, Ethan Hawke, Anya Taylor-Joy/ P: New Regency Productions, Focus Features, Perfect World Pictures, Square Peg, Universal Pictures. EE. UU., 2022.
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