La Habana. Polvoso de los pies a la cabeza, reflejo del trajín de horas de labores en las ruinas del hotel Saratoga, Daniel es una de las decenas de rescatistas abocados en la búsqueda de sobrevivientes o víctimas mortales que dejó la explosión en el histórico mueble.
Por cansancio, por prudencia o discreción, sus respuestas son escuetas. A penas accede a decir que lleva horas y horas sumergido en los restos de este edificio.
–¿Pudiste rescatar gente en la noche?
Frunce el ceño, su rostro refleja cansancio y a penas responde: “Algunos, muchos, no sé. Todo el día, toda la noche”.
Fue una explosión de dimensiones tales, que pocos residentes tienen recuerdo de otros sucesos que hayan provocado tanta afectación en el corazón de la capital cubana.
La zona cero está acordonada. Sólo dan acceso a personal de las múltiples instituciones que colaboran en la atención de la emergencia: bomberos, cruz roja, policía… todos dedicados a las tareas de rescate.
Grúas, trascabos, maquinaria pesada diversa, decenas de ambulancias a la espera de posibles nuevas víctimas y carros de cuerpos de bomberos están desplegados en las inmediaciones de lo que era el hotel Saratoga, en contraesquina del Capitolio cubano.
El inmueble fue construido hacia finales del siglo XIX en el centro de la capital cubana, y entre los residentes es un lugar especial, pues a lo largo de su historia ha albergado a artistas, gobernantes e intelectuales destacados que visitaron la isla en sus casi cien habitaciones.
Frente a esta estructura convertida ahora en montañas de cascajo, justo en el Parque de la Fraternidad se refugian por momentos el personal de protección civil que labora en la antigua estructura convertida parcialmente en polvo y ladrillos sueltos.
Un oficial de la Oficina de Infraestructura mira a la distancia y, pese al desastroso aspecto del Saratoga, no concluye aún que su destino sea la demolición: “es muy pronto para decir eso”. No agrega nada más.
Entre los rescatistas predominan las respuestas escuetas. Andy Ramos es el responsable del escuadrón de bomberos desplegado en la zona de desastre, su rostro refleja los estragos de la extensa jornada de esfuerzo. Reserva la información del número de bomberos que ha atendido el siniestro. “Eso no te lo puedo decir, sólo mis jefes”.
A dos cuadras del hotel, el bullicio de La Habana no cesa, pero no impide que decenas de habaneros observen a la distancia los efectos del insólito estallido.
Para suerte de la comunidad, el colapso sólo se concentró en el hotel Saratoga, pues no se asoman afectaciones en edificios aledaños. La versión oficial, que la gente acepta, es que fue un siniestro provocado por una falla en el suministro de gas al hotel.
Alguno mueve la cejas en señal de incredulidad por las dimensiones del desastre provocado en el histórico inmueble pero no hay indicios de otra razón del estruendo, explicaron peritos cubanos, expuso el viernes el presidente Miguel Díaz-Canel.