El admirado Fernando Braudel, reconocido en la “segunda generación” de la Escuela de los Annales, fundada por Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929, publicó en el último trimestre de 1958 un brillante ensayo. Sí, sobre lo que llamó “La larga duración” ( Debats et Combats, Histoire et Sciences sociales, “La Longue durée”, Annales. Histoire, Sciences Sociales, octubre-diciembre, 1958, año 13, núm. 4, pp. 725-753).
A decir de sus editores y otros especialistas, con este concepto de “larga duración” Braudel definió una gran vertiente de orientación e investigaciones, capaz de abrir posibilidades de acercamiento entre la historia y las demás ciencias del hombre. Notablemente la economía. Por cierto, conviene recordar que cinco años antes, en 1953 y en la vieja Escuela de Economía de nuestra UNAM, en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México, nuestro apreciado profesor había hablado del apoyo que disciplinas como la estadística, la demografía y la economía política estaban proporcionando a los historiadores (Braudel, F., Las ambiciones de la historia, editorial Crítica, Barcelona 2002, pp. 118-126). ¿A qué se refería? Al gran apoyo “a su vocabulario, su problemática y su arte para plantear problemas y explicar la complejidad de la vida material de los seres humanos”.
Y, sin embargo, “por su especialidad, los historiadores podían proporcionar a los economistas su visión del tiempo a largo plazo, de los movimientos de larga duración”. ¡Justamente! Una larga duración –agregaba– que de vez en cuando implica discontinuidades estructurales.
Sí, frente a estudiantes y profesores de economía de nuestra UNAM, en el otoño de 1954 Braudel sugería que, en el marco de una perspectiva de larga duración, la economía política se enriquecería en su capacidad de analizar las pulsaciones de la vida material. En identificar movimientos estacionales, cíclicos, movimientos medianos, y largos movimientos. Y en descubrir discontinuidades, rupturas, quiebres y saber en qué momento se pasa de la prosperidad a la depresión. Y cuándo –por lo demás– se requieren regresiones, demoliciones y reconstrucciones. Justamente para recuperar la prosperidad.
¿Cómo podríamos caracterizar el momento que hoy vivimos en México, en América del Norte, en América Latina, en el mundo entero, en esa perspectiva de larga duración? ¿Cómo? Y, ¿cómo describir –así sea tenuemente– las perspectivas de corto, mediano y largo plazos –de larga duración diría Braudel– quien en plena UNAM sugirió que, al menos cada 50 años nacía un mundo nuevo que se rehace en todos sus aspectos, incluso en profundidad.
Aunque –justo es recordarlo– en esa misma conferencia de 1954 aseguró que “la paradoja y la exageración” eran necesarias en la enseñanza. E invitaba –como lo reiteró en su ensayo de “La larga duración” unos años después– a “descubrir esa larga duración en el terreno donde la investigación histórica acababa de cosechar –así lo dijo– éxitos innegables en el terreno económico”, derivados de observar esa larga duración en el pasado. Pero también –aunque ya en el terreno de la incertidumbre– la larga duración por venir. Se trata de un ejercicio muy relevante. Y muy significativo en nuestra realidad actual. Por fortuna hay estudiosos que apuntan en ese sentido. Para el caso de la larga duración de la economía en el mundo hay descripciones interesantes. Será útil verlas. Poco a poco. De veras.