De por sí la economía mundial no reporta buenos resultados desde hace cuatro años (lo que no quiere decir que los anteriores fueran espectaculares) y la sacudida por la pandemia más el zarandeo por la guerra en Ucrania no han hecho otra cosa que empeorar el panorama, y una de sus más claras manifestaciones es el –por lo visto– incontenible nivel inflacionario que ha puesto a parir a todos. Y las noticias no son agradables.
El subsecretario de Hacienda y Crédito Público, Gabriel Yorio, tuvo a bien ilustrar al auditorio: “el aumento acelerado de precios seguirá por un rato, pues controlarlo podría tardar al menos 18 meses, debido a que las secuelas de la pandemia en la economía no han sido transitorias y hasta ahora no las ha podido resolver el mercado por sí mismo, a lo que se han sumado los conflictos geopolíticos. El mundo se empieza a complicar (aún más), hay pequeñas crisis alrededor del planeta que generan una situación bastante retadora” ( La Jornada, Dora Villanueva).
La inflación carcome el poder adquisitivo y resulta ser una verdadera amenaza para el nivel de bienestar de la población, especialmente la de menores ingresos. Pero, como siempre, la minoría es la que saca raja de todo esto. Sólo hay que registrar el impresionante incremento en las fortunas de unos cuantos barones, mientras los mortales ya no sienten lo duro, sino lo tupido. Y esto se da hasta en el último rincón del planeta.
Yorio detalló que “en un primer momento se pensó que las interrupciones en las cadenas de producción con los cierres por la pandemia y luego el aumento de precios por la escasez de mano de obra iban a ser transitorios. Al paso del tiempo no ha sido así y la situación se ha agravado con el conflicto en Ucrania que ha impulsado otro tanto los costos de la energía, los alimentos y ahora los fertilizantes”, algo en lo que, dicho sea de paso, ha servido de catalizador la oleada de sanciones a Rusia (muchas de ellas verdaderamente ridículas y que terminaron por dañar a sus impulsores) aplicadas por Estados Unidos y sus perritos falderos de la Unión Europea.
El subsecretario explicó que “el mercado no ha logrado ajustar la situación y la inflación ya no es considerada transitoria, por lo que se requieren reformas por el lado de la producción; la política monetaria, a cargo del Banco de México, se ha endurecido, pero se necesitan otros mecanismos para regular el aumento de precios, por el lado de la oferta. No queda claro cuántos incrementos más habrá en la tasa de interés y no hay un tope como tal a esta con el que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se sienta cómoda; sin embargo, hay consenso entre el banco central y la dependencia federal de que las presiones inflacionarias no cederán en el corto plazo” (ídem).
Parte del problema es que los gobiernos no dejan de aplicar las mismas recetas, con lo que es obvio que los resultados serán idénticos, es decir, “soluciones” de muy corto plazo que sólo dan un respiro relativo en espera del próximo ramalazo, en un circuito interminable. No será con más “reformas” de corte neoliberal como se solucionarán los problemas de un modelito depredador, cuyo costo, íntegro, se traslada a la población.
En vía de mientras, el Fondo Monetario Internacional (uno de los organismos más aferrados a las fracasadas recetas neoliberales) advierte sobre el creciente nivel inflacionario, el cual, prevé, “se mantendrá elevado más tiempo de lo previsto por los altos costos de las materias primas y las más amplias presiones sobre los precios. El incremento de los precios al consumidor será más rápido este año, tanto en las economías avanzadas como en las de mercados emergentes y en desarrollo. Estos pronósticos también están sujetos a un alto grado de incertidumbre”.
Junto al incontenible avance de precios aparece la constante reducción de la tasa de crecimiento de la economía global, es decir, doble mandarriazo. El organismo financiero proyecta que “en las economías avanzadas la inflación alcanzará 5.7 por ciento, el nivel más alto de los pasados 38 años, mientras que en las economías de mercados emergentes y en desarrollo se acelerará hasta 8.7 por ciento, el mayor desde la crisis financiera mundial de 2008. Durante el próximo año, estas tasas se enfriarían hasta 2.5 y 6.5 por ciento, respectivamente”.
Las rebanadas del pastel
Entonces, si de “razones democráticas” (Biden/ Nichols, dixit) se trata, el primer país que debe ser excluido de la Cumbre de las Américas se llama Estados Unidos.