Madrid. Alberto Peró es un joven madrileño de 21 años, que tiene como profesión la atención en el sector de los restaurantes y que lleva en el desempleo desde que inició la pandemia, hace ya más de dos años: “Esto no es nuevo, la gente de mi generación vemos pocas salidas laborales y los salarios, cuando los hay, son muy precarios. Nuestro futuro es difícil de planear”, explicó. España es el país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con la mayor tasa de desempleo juvenil, más de 30.69 por ciento y en épocas recientes ha llegado a superar 50 por ciento. Es decir, que tres de cada 10 jóvenes no tienen trabajo y dado que la economía española se encuentra abrumada por la inflación y sin registrar el crecimiento previsto, es un problema estructural que tiene difícil solución.
España lleva décadas liderando la tabla del desempleo de la OCDE y de la Unión Europea (UE). En breves lapsos lo ha llegado a superar Grecia, en los peores años de su crisis económica, o Portugal, también por el mismo motivo. Pero España ha estado en la cola de la generación de empleo y ha registrado las tasas más altas del desempleo, que han fluctuado en los pasados 20 años entre 12 y 15 por ciento. La situación se agrava cuando se trata de empleo juvenil, es decir, en el sector de la población que sale por primera vez al mercado laboral, ya sea con una formación académica y universitaria o con algún título de formación profesional o de oficios. Los índices ahí son aún peores y en las dos décadas anteriores ha oscilado entre 30 y 50 por ciento.
Alberto Peró terminó su carrera en una escuela profesional para el sector de restaurantes. Se especializó en el sector de las bebidas y a pesar de que España es uno de los países con más bares y comedores de Europa, con la pandemia su proyecto profesional se desvaneció. “Ya me habían contratado en un lugar de lujo en el centro de Madrid, pero a las dos semanas de empezar a trabajar nos confinaron, después cerró el sitio y yo ya no tuve trabajo. Así sigo hasta ahora”, explicó a La Jornada.
La economía española vive un momento de fragilidad total. La elevada inflación, que en lo que va del año lleva un acumulado que ronda el 8 por ciento, y la caída en todas las previsiones de crecimiento (en el primer trimestre el crecimiento sólo ha sido de 0.3 por ciento, cuando se esperaba que fuera de más de 2.5 por ciento del PIB), han hecho saltar todas las alarmas. Y cuando el crecimiento se desvanece y la inflación aumenta, casi siempre una de las primeras consecuencias directas es el mercado de trabajo. Sólo entre enero y marzo de este año, la economía española perdió 100 mil 200 puestos de trabajo, con lo que aumentaron las cifras oficiales del paro a 70 mil 900, lo que supone que actualmente hay 3 millones 174 mil 700 personas que cobran una indemnización pública del Estado por su condición de desempleado.
Los sectores productivos más afectados en este primer trimestre fueron aquellos con mayores niveles de consumo energético, precisamente como consecuencia directa de los altos precios de la energía y de la electricidad, que ha provocado a su vez un incremento desaforado de la inflación. Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), la industria fue uno de los sectores más golpeados por los elevados precios de la electricidad, ya que cerró el trimestre con 68 mil puestos de trabajadores menos. El descenso de la ocupación también se dejó notar en el sector servicios, donde se perdieron 50 mil 100 trabajos, y en la agricultura, con una destrucción de 12 mil 500 empleos.
En este conteo uno de los elementos que más preocupan, por su carácter estructural, es el del desempleo juvenil. La cifra de jóvenes sin trabajo menores de 25 años se incrementó a 6 mil 600 personas en el primer trimestre, 1.4 por ciento más que a finales de 2021, con un total de 459 mil 100 jóvenes en situación de desempleo. Pese a ello, la tasa de paro juvenil bajó 30.18 por ciento al cierre del primer trimestre, es decir, medio punto menos que en el último trimestre del año pasado (30.69 por ciento) y 9.3 puntos inferior a la del primer trimestre de 2021, cuando el desempleo de los jóvenes menores de 25 años llegó hasta 39.53 por ciento.
La economía española no ha evolucionado de igual forma que otros países de la OCDE, en los que la tasa de paro ha caído a niveles previos a la pandemia, hasta situarse en 5.2 por ciento. España es otra vez la peor parada, con 12.6 por ciento.
El porcentaje general de la OCDE supone una décima menos de paro que en el mes de enero, con lo que en total, el número de desempleados en los 37 países que componen la OCDE fue de 34.9 millones en febrero, 700 mil personas menos que en febrero de 2020, justo antes de que estallara la pandemia a nivel global.
Pero en España el nivel de desempleo sigue a la cabeza de la tabla. El país registró en febrero una tasa de paro de 12.6 por ciento, dos décimas menos que en enero. El doble del promedio de la UE (6.2 por ciento) y de la OCDE (5.2 por ciento) y triplicar la del G-7 (4.2 por ciento). El único país europeo que se asemeja al nivel de paro de España es Grecia, que en febrero registró una tasa de 11.9 por ciento, un punto menos que el mes anterior. Pero España se sitúa muy lejos de países del entorno como Francia (7.4), Alemania (3.1), Italia (8.5) o Portugal (5.8). Lo que más sigue diferenciando a España del resto de potencias es el paro juvenil, y aunque es un nivel casi 10 puntos menor que el que presentaba en febrero de 2020, antes de la pandemia, triplica la tasa de paro juvenil del conjunto de la OCDE (11.1) y casi el de la UE y la eurozona, ambos en 14 por ciento.
“Tengo amigos que han dejado a un lado sus carreras o sus profesiones para dedicarse a otras cosas; algunos intentan convertirse en influencers a otros les ha dado por las apuestas y otros, los menos, por irse del país y buscarse la vida en otros lugares”, explicó Alberto, que ya planea emigrar a otros rumbos.
Precisamente un informe reciente sobre las preocupaciones y la situación de la juventud en España alertó de que muchos de ellos, que no ven un futuro profesional claro, se han dejado seducir los supuestos beneficios económicos que ofrecen las redes sociales, las apuestas y hasta convertirse en profesional de los videojuegos.
Según este informe, realizado por el Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud, casi nueve de cada 10 jóvenes españoles, 86.8 por ciento, se reconocen como jugadores de videojuegos, y casi 40 por ciento juega a videojuegos diariamente con vocación de ganar dinero con ello. También empieza a preocupar a las autoridades la efervescencia por las apuestas y el dinero “fácil”, convirtiéndose para muchos jóvenes en su principal actividad durante el día.
España no tiene previsto recuperar la actividad económica que tenía antes de la pandemia hasta 2023. Y el futuro para los más jóvenes sigue siendo el más incierto.