Las poblaciones ribereñas del Caribe mexicano convivieron por décadas con el sargazo. Llegaba de vez en vez a la franja litoral de Quintana Roo, Yucatán y a las islas de Cozumel, Mujeres y Holbox. Pero en 2015, los dueños de hoteles, prestadores de servicios turísticos comerciantes, funcionarios públicos y pescadores de esa región vieron cómo llegaron miles de toneladas. Se dijo entonces que se debió a la ausencia prolongada de huracanes en el Caribe, haciendo que creciera mucho más en volumen y se desprendiera de su lugar de origen.
Del sargazo hay referencias desde el siglo XV y el nombre se lo pusieron los navegantes portugueses, cuyos barcos solían quedar atrapados en los extensos campos verdes que forma. Es el mar de Sargazo, ubicado en el océano Atlántico y cuya extensión es casi tan grande como la de Estados Unidos: 3.5 millones de kilómetros cuadrados. Y aunque desciende de un tipo de algas que crecen por lo general adheridas a las rocas cercanas a la costa, ahora flota en el océano, donde se reproduce y es hogar de numerosos organismos.
Al descomponerse en las playas el sargazo libera ácido sulfhídrico, lo que ocasiona mal olor; es ideal para que en él crezca la llamada pulga del mar. Además el color del agua en la costa se vuelve turbia y en grandes cantidades afecta a los corales y molestias en la piel de las personas que entran en contacto con él.
Fue imposible recoger en 2015 todo el que llegó a las costas de Cancún, Playa del Carmen, Puerto Morelos y Tulum. Las instancias oficiales reconocieron no tener ninguna estrategia para enfrentar el problema. Tampoco Cuba, Puerto Rico, Dominicana, Barbados, Antigua, Granada, Santa Lucía, Jamaica y demás países del Gran Caribe adonde el alga también llega masivamente.
La arribazón también se dio en 2018, 2019, 2021 y en lo que va de este año. Se atribuye al cambio de corrientes oceánicas, a tormentas más intensas y al incremento de la temperatura del mar por el cambio climático. En 2015 advertimos aquí que las actividades económicas en el litoral del Gran Caribe, sus pobladores y el turismo, debían habituarse a esa presencia nada grata y creciente; y que era urgente buscar la manera de recogerlo y utilizarlo en la regeneración de las playas; o como insumo para diversas actividades económicas. Desde entonces se recolecta apenas una parte.
El sargazo no dejará de llegar a las costas del Caribe de México. Por eso es increíble que no exista el programa integral para aminorar los efectos indeseables que ocasiona. Desde febrero pasado llega en cantidades enormes y ninguna instancia oficial se ha ocupado de retomar las propuestas que en años anteriores hicieron científicos, empresarios hoteleros, el sector público responsable del ambiente y los organismos internacionales. Cabe recordar que la mitad de las divisas que recibe el país por turismo se generan en la franja litoral y las islas de Quintana Roo.
Es bueno recordar que en 2015 el titular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, Rafael Pacchiano, dijo que el gobierno federal había destinado 70 millones de pesos para controlar la llegada del alga. El gobierno de Quintana Roo dijo necesitar 610 millones. El objetivo: retirarlo de la franja costera y, mar adentro, establecer vallas seguras de contención para evitar que el sargazo arribara a tierra firme. Esas vallas se colocarían en puntos estratégicos. Según sus promotores, era una medida temporal, segura, menos costosa y no afectaba a las especies marinas, ni contaminaba. Pusieron algunas y se las llevó la primera suave tormenta.
El sexenio anterior terminó con promesas incumplidas y utilizando mal buena parte del dinero dedicado a aminorar las arribazones de sargazo. Al inicio de la actual administración federal parecía que el problema finalmente tendría solución pues el presidente López Obrador encabezó las labores con tal propósito. Como parte de ellas hubo varias reuniones de las instancias oficiales con los expertos en temas marinos, representantes de los países del Gran Caribe, los empresarios turisticos, los pescadores. Era hora de evitar que el alga viajera ocasionara nuevos desastres ecológicos. Como veremos el lunes próximo, las buenas intenciones se las llevó el oleaje marino.