Es el presidente mexicano con la biografía más oscura, poblada de falsificaciones, yuxtaposiciones y ocultamientos. Para colmo, perdió de pronto y para siempre la conciencia debido al estallamiento de siete aneurismas cerebrales, tres años después de dejar la Presidencia. En consecuencia, no tuvo tiempo de disponer enteramente de su legado, sus papeles, sus asuntos. Aunque sobrevivió hasta 1969, lo hizo en condición vegetativa, así que para fines prácticos Adolfo López Mateos (ALM) murió en 1967, dejando atrás a su segunda esposa y un hijo pequeño.
Su sexenio transcurrió en un momento estelar de la presunta felicidad del desarrollo estabilizador, uno de nuestros periodos más ingenuos, cuando los jóvenes bailaban Rock de la cárcel y twist, las familias se parecían en cadena nacional a las que mostraba la naciente televisión, los tres sectores de partido de Estado corrían una máquina bien aceitada y la burguesía se lucía en la revista Social.
Relativamente joven, con fama de guapo y mujeriego, fue también el primer presidente viajero. Le decíamos “López Paseos”. Su proyección internacional obtuvo para México los Juegos Olímpicos, a celebrarse en 1968. Ocupó el Palacio Nacional entre 1958 y 1964, para ser relevado por su secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, quien era todo lo contrario: feo, aburrido e impopular. Y a éste lo sustituyó en Gobernación un tal Luis Echeverría Álvarez.
El enredo de su origen familiar ha sido bien documentado por Javier Sánchez Ruiz y Juan Gómez Gallardo Latapí (http://www.scielo.org.mx/article_plus.php?pid=S0185-26202016000100132&tlng=es&lng=pt) y comentado en más de una ocasión por los historiadores del poder Soledad Loaeza y Enrique Krauze. Los problemas que plantea su biografía son varios. No nació en 1910, como divulgó Armando de María y Campos por encargo del padrino político de ALM, Isidro Fabela, ni fue hijo del zacatecano Mariano López, muerto en 1904, sino del vizcaíno Gonzalo Murga Suinaga. Habría nacido en 1908 o en 1909. Y al parecer en una aldea de Guatemala donde su madre fue a ocultar su embarazo. La versión oficial ubica el natalicio en Atizapán de Zaragoza, no lejos de Atlacomulco, estado de México, y pone como testigo al padre de su madre Elena, don José Perfecto Mateos, fallecido en 1902. Esta zaga ficticia abonaría la vacua identificación con ALM de otro “guapo” mexiquense: Enrique Peña Nieto.
No consta que terminara la preparatoria ni que se recibiera de abogado, pero fue un brillante jilguerillo en la malhadada campaña de José Vasconcelos. Se refugió en Guatemala en 1929, temiendo la represión del que sería su partido político, el PNR, antecedente del PRI.
Aunque supuestamente fue mi tío abuelo, lo vi una sola vez, en Paseo de la Reforma a mis nueve años. Él iba en un Mercedes descapotado con el presidente gringo John F. Kennedy rumbo a Polanco y la multitud (un millón según New York Times) los vitoreaba. Eran los años maravillosos. La primera dama, la adusta Eva Sámano Bishop, y su hija Avecita, eran un chiste popular y sexista.
La fama de López Mateos lo pinta nacionalista, buena onda y todo eso, pero en realidad se plegó enteramente a Washington (salvo el episodio cubano) y tuvo un fuerte pulso represor desde que llegó al poder. No era el “tapado” previsto, la tradición dictaba que le tocaba al secretario de Gobernación, pero venció al inminente candidato Ángel Carvajal con un nuevo truco. A finales del sexenio ruizcortinista estallaron importantes protestas obreras, en particular de ferrocarrileros y maestros. El asunto correspondía a Trabajo, pero su titular dejó que el problema se pudriera, o lo “administró”, lo cual lo hizo necesario y hasta providencial a la hora del destape.
En cuanto asumió la Presidencia desató la persecución contra los trabajadores, rompió la huelga ferrocarrilera, encarceló a los dirigentes Demetrio Vallejo y Valentín Campa. También persiguió al Movimiento Revolucionario del Magisterio, y su dirigente Othón Salazar acabó en la cárcel de Lecumberri, aunque hubo de soltarlo pocos meses después ante las protestas populares. Su mayor mancha represiva fue el horrible asesinato del dirigente campesino de Morelos, auténtico heredero de Emilianio Zapata, Rubén Jaramillo, en 1962. Rubén, su esposa embarazada Epifania, y sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo fueron secuestrados por judiciales en Tlalquiltenango y ejecutados por el Ejército federal junto a las ruinas de Xochicalco.
Bueno, mexicanizó la industria eléctrica y le ganó un diferendo territorial mínimo a su amigo Kennedy al recuperar las 177 hectáreas del dichoso Chamizal, cerca de Ciudad Juárez, entregado finalmente por Lyndon B. Johnson.
A punto estuvo de entrar en guerra con su presunto país de origen, Guatemala, cuya fuerza aérea bombardeó una barca pesquera mexicana y mató a tres connacionales el 30 de diciembre de 1958, cuando ALM llevaba un mes en la Presidencia. Eso sí, su gobierno fue el único del continente que apoyó a la revolución cubana en 1959.