El Alto., Vigilantes a lo largo del muro que protege la casa de David Choque, en la ciudad de El Alto, se alzan 12 demonios o “supays”, deidades incaicas que serán parte del futuro Museo del Miedo en Bolivia.
Supay es también llamado El Tío por los mineros bolivianos de los Andes. Lo consideran dueño de las minas de oro, plata y estaño, y le rinden culto para que autorice la salida del mineral sin que los profanadores de riquezas sufran algún daño.
Choque, de 42 años, ex trabajador minero aurífero y actualmente artesano, se siente orgulloso por su casa que, según dice, no tiene nada que ver con el demonio bíblico.
“Creo en El Tío; hago mi casita de acuerdo con eso; el fin es el turismo. Vamos a convertirla en un museo de historia del miedo de Bolivia.”
Pretende colocar en el museo, en fase de construcción y que estaría terminado a fin de año, todas las tradiciones que hay en Bolivia y que hacen referencia a la muerte o a los demonios.
Menciona, por ejemplo, “la carreta del más allá” que por las noches circula para robarse las “almas descarriadas”, de acuerdo con una creencia que existe en los Llanos del país. O la encantadora sirena del lago Titicaca, que comparten Bolivia y Perú.
“Estamos buscando todo lo interesante de Bolivia que causa miedo”, señala Choque, quien vive en la zona 25 de Julio en la ciudad de El Alto, vecina de La Paz y poblada principalmente por migrantes aymaras.
La adoración de El Tío es una práctica ancestral en el país andino. Con la llegada de los españoles y el catolicismo romano, la figura se asoció con el demonio cristiano, pero este antiguo minero insiste en que Supay no es una deidad buena ni mala.
“Creo en Dios. ¡Claro que sí!”, exclama ante la pregunta, y asegura que ambas creencias no son excluyentes.
Miguel Ángel Mamani es el joven artesano de 19 años encargado de elaborar las imágenes con cemento, piedra y arcilla.
Él describe a El Tío como “un espíritu que hay en la cosmovisión andina que vive en las profundidades; es un ‘supay’, vive en las profundidades (de la tierra), en un mundo subterráneo”.
En el pequeño espacio donde se proyecta el museo, Choque también colocará otros elementos asociados con el terror, incluso algunos “que causan miedo” en otros países.
Ya está lista una calabaza de medio metro de diámetro, hecha de cemento, hierro y arcilla, similar a las que representan la fiesta de Halloween, que se celebra cada 31 de octubre. También está en tamaño real una figura de madera vestida como Jason Voorhees, personaje principal de la saga de películas Viernes 13.
En las paredes externas de la casa hay un letrero que dice: “Prohibido dejar cosas”. Choque explica que el fin es alejar el lugar de prácticas satánicas. “No quiero que se confunda con satanismo. Algunos vecinos pueden pensar que estoy loco”, afirma, pero defiende que es su creencia.
Por la poco transitada calle del futuro museo casi nadie quiere hablar. Sólo un joven estudiante, Álvaro Medina, se atreve a decir: “Es algo peculiar, no se ve en todos los barrios; es de mi agrado”.