Atrapada entre el río Dniéster y la frontera con Ucrania, la pequeña república de Transnistria, territorio que se declaró en 1992 independiente de Moldavia y que, sin ser reconocido por nadie llevaba casi 30 años como uno de los tantos conflictos congelados que dejó el colapso de la Unión Soviética y subsiste gracias a la ayuda económica y militar de Rusia, hace unos días volvió a ser noticia. El subjefe del Distrito Militar del Centro, Rustam Minnekayev, afirmó que Transnistria es el siguiente objetivo que tratará de alcanzar Moscú al concluir su “operación militar especial” en Ucrania.
el general Argumenta que la población de origen ruso es “oprimida”, a pesar de ser el mayor grupo étnico entre los 300 mil habitantes de Transnistria y de tener un ejército propio de cerca de 8 mil soldados, lo que no tienen las minorías moldava y ucrania. Además, Rusia mantiene ahí una base militar y las unidades del 14 Cuerpo del ejército ruso, que cuando firmó el Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa, en los años 90, se comprometió a retirar, igual que sus tropas de Georgia, dicho esto como muestra de que las promesas incumplidas no son exclusivas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Si fuera una partida de póquer, cualquiera concluiría que lo dicho por el general es un bluff o farol, pero resulta difícil creer que sea una simple coincidencia que, tras decenios de calma en la zona del otro lado del Dniéster en Moldavia, apenas unos días después de lanzar su bomba verbal varias explosiones de origen desconocido, estas sí con bombas reales, contra edificios del gobierno de Transnistria y torres de comunicaciones estremecieron Tiraspol, su capital.
La televisión rusa no tardó en acusar a Ucrania de los ataques para involucrar a su “contingente de paz” en una eventual guerra en el enclave moldavo y, como consecuencia, al principal aliado de Moldavia, Rumania, miembro de la OTAN. Kiev rechazó cualquier implicación y ayer viernes Chisináu atribuyó los ataques a un grupo de saboteadores del FSB ruso (sucesor del KGB soviético), revelando la identidad de ocho agentes que, en su opinión, son los responsables.
No es fácil saber quién dice la verdad, pero pronto veremos qué hay detrás de las preocupantes palabras del general: una fanfarronada o el nuevo objetivo militar del Kremlin.